viernes, 31 de julio de 2009

El peso de la luz


La luz se comporta de forma curiosa. Es energía, y la energía es masa multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz, pero cuando cualquier masa alcanza la velocidad de la luz se convierte en energía, y para que algo tenga peso necesita tener masa; aunque la luz tiene un comportamiento muy complejo ya que a veces se comporta como una onda y otras veces se comporta como partículas –al ser atraída por los cuerpos al pasar cerca de ellos-, llamadas fotones que deberían tener un peso insignificante.

Sin embargo, no es tan insignificante para la opinión de muchos argentinos. Esto es muy fácil de comprobar, sólo con salir cualquier mañana, tarde o noche a la calle.

Entonces, van a aparecer los automovilistas convencidísimos de que la luz tiene un peso y que –contrariamente a lo que se ha planteado en el primer párrafo- no es para nada insignificante, sino por el contrario, más que considerable: enorme.

Por eso, ninguno coloca las luces de giro para anunciar alguna maniobra, como cambios de carril –ya se sabe que el espejo no debe ser mirado, porque puede causar distracción-, o doblar en una esquina o entrar a un garage. Es evidente que existiendo la posibilidad de que el tipo haga la maniobra, el resto de los conductores debe estar atento ante su futura decisión. El tema es que, si la luz tiene un peso importante podrá hacer volcar al vehículo hacia el lado por el que se encienda, con el peligro consiguiente.

Son pocos, además, los que circulan con las luces bajas encendidas. Esto es porque podrían hacer caer al automóvil de bruces al pavimento, ya que las luces delanteras son más potentes –por ende, más pesadas- que las traseras que no lograrán nivelar al coche, como deberían.

Eso sí, ninguno de ellos dudará en encender las luces altas para apurar a los de adelante cuando intuyen que el semáforo está por ponerse en verde, o en reclamarle paso en una calle o autopista. Es que, en ese momento, la luz recupera aquel peso insignificante o su cualidad de no pesar.

Es que, todos los automovilistas nacionales son expertos en física y saben que la luz se comporta de manera muy curiosa.

martes, 28 de julio de 2009

Fútbol, negocios, prensa


Mientras algunos periodistas deportivos conservan su laburo recurriendo a la estulticia de medir la cantidad de kilómetros recorridos por un jugador en un partido, haciendo caso omiso a su habilidad, como si se tratara de un maratonista y no de un futbolista cuya razón de ser es la habilidad, la picardía, otro es expulsado de su lugar al aire luego de opinar que, por una decisión comercial apoyada por una legislación -por lo menos- desacutualizada y errada, a los argentinos nos "secuestraron los goles".

No va a haber ninguna referencia a reacciones histéricas manifestadas cuando otra empresa no le renovó el contrato a algún médico vinculado con un ex rector universitario y a otro poderoso grupo económico.

Está llegando el final, gracias a Dios, de uno de los peores meses de los últimos años. Es que, si todavía los televisores fueran en blanco y negro mi función de televidente estaría en peligro, ya que no sé utilizar el control remoto para hacer otra cosa que buscar pantallas verdes: fútbol, rugby, polo, golf. Es la primer reacción que tengo cuando me pongo frente al aparato, sin importar día, ni horario. Pude superar el síndrome de abstinencia apelando al voley y la -sosa- Vuelta de Francia.

Por eso, no puedo seguir al margen de la injusticia de que me priven de escuchar al tipo me dice que tengo derecho a que los noticieros de la noche del domingo me muestren los goles de mi equipo -lo único importante que nos ocurre a los argentinos ese día- sin tener que esperar a verlo en un compilado relatado por un venerable señor mayor, que se limita a trasladar a palabras lo que acabo de ver, sin opinión y sin más información que la que da esa única fuente.

Otra, recurrir al cable y sentirse un ridículo viendo las tribunas mientras se juegan los partidos y se escucha a relatores y comentaristas que, buena parte del tiempo, relatan cuestiones comerciales o vinculadas con sus allegados o comentan asuntos pueriles y familiares.

La solución deseada por los dueños del futbol será comprar algún paquete de los sistemas de cable, nacido con el argumento de que televisación no afectara recaudaciones. Eso no explicó porqué codifican partidos que se juegan en otras ciudades, provincias y hasta países. La no deseada, seguir el partido por internet, lo que afectará el negocio que iniciaron cuando "secuestraron los goles".

Entonces, como árbitros bomberos, le sacaron la roja al tipo que los alertó sobre el riesgo que corren por hacer un fulbito chiquito, opaco, triste, de kilómetros recorridos sin un mísero centímetro de gambeta. Una porquería.

martes, 7 de julio de 2009

Una visión conspirativa de la gripe


La oposición a Felipe Calderón en México -entre ella el PRI que acaba de derrotar al partido del presidente en las últimas elecciones- denunció, ha más de tres meses, que la gripe porcina era una estratagema del gobierno para afectar estos comicios, permitir el incremento de la deuda del país con sus acreedores estadounidenses y facilitar un mayor control de la situación interna por parte de Washington, aliado al oficialismo azteca. Todo demasiado complicado, demasiado conspirativo.
El último fin de semana, los diarios argentinos difundieron entrevistas a un especialista mexicano en ese mal que estalló en Argentina con mayor virulencia de lo que lo hizo en México, su país de origen. El especialista en cuestión, Alejandro Macías, es un funcionario del Ministerio de Salud mexicano que responde a Calderón y, según la mirada conspirativa del PRI, a sus aliados estadounidenses.
Macías explicó a los medios locales –La Nación, Perfil, Ámbito-, a qué había llegado a Buenos Aires. Vino a ver cómo se combatía el H1N1 en las pampas en pleno invierno para poder copiar el método cuando el frio llegue al “hemisferio norte”. Sin ambages, en ninguna entrevista circunscribió la experiencia a su país: México, sino que con generosidad le entregará lo aprendido a Europa, Canadá y Estados Unidos, país en cuyos laboratorios –según algunos paranoicos conspirativos- se habría creado la cepa.
Hilando la confesión desinteresada de Macías, la permisividad de funcionarios locales hacia laboratorios internacionales, el tradicional desprecio de los gobiernos estadounidenses –sea cual fuera su color, pero en especial los demócratas- hacia las subespecies del patio trasero, ¿sería demasiado conspirativo sentirse un conejillo de Indias del Departamento de Salud o de Estado de la gran potencia del norte a través del desinteresado aporte de los ex aztecas? Digo, no sé…