Cada 28 de diciembre se repite en los medios, la historia de Herodes y la matanza de inocentes que ordenó el delegado romano para acabar con la vida del Nazareno recién nacido.
Es ocioso –pero no me voy a negar el gusto por hacerlo- reiterar que las historias del Viejo y el Nuevo Testamento eran, más que historias, ejemplos de enseñanzas para los hombres de la época. Es posible que aquel rey de Galilea, Judea, Samaria e Idumea jamás haya ordenado la matanza de los menores de dos años, como le atribuyó Mateo.
Pero, el evangelista apeló a aquel hecho improbable para mostrar a sus lectores la persecución a la que estuvo sometido Jesús desde su cuna y apeló, para ello, a características humanas: la brutalidad y la desmesura.
Desde chicos, los católicos fuimos perseguidos con aquella visión de
Aquella brutalidad ha quedado superada en
La desmesura del rechazo o la aprobación está a diario esperando una decisión del Gobierno para criticarla o reivindicarla, sin importar sus fundamentos, su aplicación y sus consecuencias.
Así, la exacerbada desmesura vio el fin de toda vida conocida en la conclusión del secuestro del fútbol, la vuelta a las jubilaciones públicas, la desautorización de Fibertel, el uso de reservas, el Consejo de
No es cuestión de aprobar o siquiera aceptar todo, sino de poner medidas a la crítica, de mensurar el rechazo. De lo contrario, estaremos reivindicando a Herodes y no homenajeando a sus víctimas.