Cuando uno dice que nada es casual, en el barrio lo miran como con lástima y como diciendo: "¡claro, gil!, ¿qué descubriste?". Esta es una pata de lo que tengo ganas de desparramar hoy, la otra es una teoría sobre el comportamiento social que dice más o menos así: las vocaciones se crean, no son intrínsecas al individuo. ¡impresionante!
El tema es que hace aproximadamente veinte años se puso de moda estudiar periodismo y, desde entonces, en cada cuadra había un pibe que se metía a tratar de terminar un curso o una carrera de comunicación. Es decir la vocación de un montón de gente (multipliquen por cuatro la cantidad de manzanas de cualquier barrio y se van a dar cuenta de lo que es un montón) apuntaba hacia ese lado, sin visión crítica.
Eso fue la descripción del tema, ahora viene la fundamentación de la teoría: esas vocaciones fueron fomentadas desde los propios medios, para conseguir mano de obra especializada. Es más, los propios grupos arman sus escuelas y universidades o se asocian con ellas, para garantizar profesionales a medida. Aunque, lo más importante no era eso y esto lo demuestran los programas y el nivel de los recién recibidos, pero eso es tema para otro debate. Lo más ansiado por las empresas era lograr una masa crítica de profesionales desocupados que presionaran a los que estaban en funciones, para abaratar sus costos salariales. De libro.
Entonces ocurrió que muchos de esos laburantes se debatían entre abandonar su profesión o ejercerla en los márgenes del sistema. A esto se sumó la demanda de canales de expresión para una gran parte de la sociedad sin voz en los medios "grandes".
Estos medios marginales fueron la base de la Coalición que dio origen a los 21 puntos que después se transformó en el proyecto de ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Entonces, se podría decir que la decisión de los grandes medios de conseguir mano de obra buena y barata, les terminó jugando en contra.
Quizá los senadores no se comporten a la altura de lo que les corresponde y terminen rechazando el proyecto, pero se logró sacar a luz un tema que -aunque la religión nunca dijo que hubiera que tapar- nunca se había hecho público.
Moraleja: no golpear demasiado a los chiquitos, porque cuando se juntan son -por lo menos- molestos. Es una cuestión de causa y efecto: todos reaccionan cuando los golpes son demasiados.