viernes, 8 de enero de 2010

Una novela, un estilo


El estilo de Gobierno K pareciera ser el de avanzar a los codazos entre bardos. Algunos inventados por una oposición de una incapacidad política similar o inferior a la del oficialismo, o por la prensa, generalmente de mayor nivel que todo el arco político junto, aunque no en demasía.
El caso de la novela del Banco Central es maravilloso al respecto. En la historia de la entidad sólo un presidente cumplió con su mandato, fue el primero de la lista, Ernesto Bosch, que duró 10 años en el cargo, ya que hubo años en que cuatro personajes diferentes se sentaron en el sillón de capo de la entidad rectora del sistema financiero; lo que implica que todos los sectores políticos que alguna vez estuvieron vinculados con el poder rajaron a algún funcionario que ocupó el cargo. Es una joda que en 2009 se rasguen las vestiduras porque Cristina lo raje al otrora "jóven brillante" -según Domingo Cavallo- y ex elefante en el bazar de la Comisión Nacional de Valores, Redrado.
Además, la mayoría de los argentinos no tiene la más puta idea de porqué, para qué y desde cuando existe este BCRA.
Este engendro apareció en escena recién en 1935, por orden secreta y expresa del Imperio Británico entre las obligaciones de reforma monetaria incluídas en el vergonzante Pacto Roca-Runciman, para que los agentes de su graciosa majestad pudieran controlar la economía de esta colonia no oficial de la corona. El diseño fue obra del nunca bien ponderado -por mérito propio- Raúl Prebisch, auxiliado por especialistas de Harvard.
Un caso interesante al respecto, sobre todo en una época en la que, según la oposición, Borocotó -no me refiero al padre sino al hijo- hubo uno sólo, o que, para el oficialismo, el caso de Cobos -Cleto- es único, fue el de Federico Pinedo -en este caso, hijo y no padre, tampoco nieto- quien, siendo diputado socialista, puteo en todos los idiomas contra el pacto y sus consecuencias y dos años más tarde, como ministro de Economía de un régimen conservador, aplicó todas sus órdenes y fundó el BCRA. Hoy su bástago, desde el PRO, reconoció que entre las obligaciones de la entidad está "la de no obedecer ordenes del Poder Ejecutivo". Sabe de qué habla.
Volviendo al inicio, lo maravilloso de esta historieta sigue siendo la capacidad del gobierno para entrar en kilombos. El BCRA es un organismo deleznable; pocos conocen realmente su carta orgánica ni sus cometidos; Redrado podría estar entre los malos de cualquier película; la medida aducida para rajarlo era la reclamada por la mayoría de la oposición: dar credibilidad externa a la capacidad de pagos del país; muchos bancos, ergo el establishment, se beneficiarían con ella. Ergo, para qué carajos hay que buscar puteadas donde sólo tendría que haber alabanzas.
Se agradece que sumen estas disgreciones a todo el resto de pelotudeces que circulan al respecto, no tienen porqué estar de acuerdo: yo tampoco.

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