Mientras algunos periodistas deportivos conservan su laburo recurriendo a la estulticia de medir la cantidad de kilómetros recorridos por un jugador en un partido, haciendo caso omiso a su habilidad, como si se tratara de un maratonista y no de un futbolista cuya razón de ser es la habilidad, la picardía, otro es expulsado de su lugar al aire luego de opinar que, por una decisión comercial apoyada por una legislación -por lo menos- desacutualizada y errada, a los argentinos nos "secuestraron los goles".
No va a haber ninguna referencia a reacciones histéricas manifestadas cuando otra empresa no le renovó el contrato a algún médico vinculado con un ex rector universitario y a otro poderoso grupo económico.
Está llegando el final, gracias a Dios, de uno de los peores meses de los últimos años. Es que, si todavía los televisores fueran en blanco y negro mi función de televidente estaría en peligro, ya que no sé utilizar el control remoto para hacer otra cosa que buscar pantallas verdes: fútbol, rugby, polo, golf. Es la primer reacción que tengo cuando me pongo frente al aparato, sin importar día, ni horario. Pude superar el síndrome de abstinencia apelando al voley y la -sosa- Vuelta de Francia.
Por eso, no puedo seguir al margen de la injusticia de que me priven de escuchar al tipo me dice que tengo derecho a que los noticieros de la noche del domingo me muestren los goles de mi equipo -lo único importante que nos ocurre a los argentinos ese día- sin tener que esperar a verlo en un compilado relatado por un venerable señor mayor, que se limita a trasladar a palabras lo que acabo de ver, sin opinión y sin más información que la que da esa única fuente.
Otra, recurrir al cable y sentirse un ridículo viendo las tribunas mientras se juegan los partidos y se escucha a relatores y comentaristas que, buena parte del tiempo, relatan cuestiones comerciales o vinculadas con sus allegados o comentan asuntos pueriles y familiares.
La solución deseada por los dueños del futbol será comprar algún paquete de los sistemas de cable, nacido con el argumento de que televisación no afectara recaudaciones. Eso no explicó porqué codifican partidos que se juegan en otras ciudades, provincias y hasta países. La no deseada, seguir el partido por internet, lo que afectará el negocio que iniciaron cuando "secuestraron los goles".
Entonces, como árbitros bomberos, le sacaron la roja al tipo que los alertó sobre el riesgo que corren por hacer un fulbito chiquito, opaco, triste, de kilómetros recorridos sin un mísero centímetro de gambeta. Una porquería.
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