miércoles, 22 de abril de 2009

¡Qué vengan los “punteros”!


Ya empezaron a aparecer los candidatos y en cualquier momento se larga la campaña electoral. Es maravilloso, por todos lados van a salir los “punteros” a seducir a los votantes para arriarlos a su redil. Obviamente, cada uno hace ese trabajo con su método de acuerdo con lo que él mismo es o con lo que su interlocutor quiere que lo represente.
El trabajo del “puntero” no es muy complicado: es asumir que, en toda sociedad con formas democráticas, todo ciudadano es un agente político; luego, esperar que el dirigente, el político, cree una corriente de opinión y después repetirla para juntar a la masa.
El primer paso del trabajo implicaría que el político lance su sentencia: “no podemos echar por borda el trabajo de tantos años”, dirá el oficialista; “hay que sacar a estos corruptos del Gobierno”, será el enunciado opositor. Cada uno se valdrá de las herramientas que tenga a mano: la movilización, los discursos, la publicidad, las declaraciones, los medios.
Se podría advertir que aquel primer instrumento, característico de los movimientos populares que mostraban así su poderío en la plaza pública, ha caído en desgracia; obviamente, el segundo -por estar vinculado con los actos públicos- se fue desdibujando.
Quedan así tres recursos a mano del dirigente: la publicidad, las declaraciones y los medios. La primera de estas tiene que ver con la inversión, con el dinero que está dispuesto a pagar la organización en mostrar a sus candidatos; la segunda es la que hace el político no bien tiene un micrófono al frente; la última estapa es mezclarse con el medio, aliarse con él, confundirse en una simbiosis virtuosa.
Si el trabajo anterior estuviera bien hecho, los futuros votantes estarán convencidos y convertidos en masa dócil hacia quien logró seducirlos y crítica del resto. Sólo le queda el reparto de ventajas: trabajo del “puntero”. Retomando: cada uno lo hará de acuerdo con su perfil y las aspiraciones de sus interlocutores.
Unos “punteros” repartirán empanadas, cerveza y enseres domésticos, con lo cual conquistarán a los sectores de menores recursos y más fácil de ser convencidos con baja inversión. Pero cuando el destinatario tiene satisfechas esas necesidades y los obsequios deberían ser demasiado honerosos, entonces será más accesible y barato convencerlos con silogismos.
Ese público dice aborrecer de personalismos y consignas, lo que no ha sido óbice para que caiga en cuanto quaternio terminorum se le ponga delante, siempre y cuando el “puntero” amerite su atención: empresarios, profesionales, religiosos, actores, deportistas -no futbolistas, ni boxeadores- reemplazan el chori, la birra y la chapa por crisis, inseguridad o cualquier otro mal. No es tanto qué dice, sino quién lo dice.
Los asados que más me gustan los hace mi mujer, no tomo cerveza, todavía me sobran chapas y no encuentro dirigente que merezca que le corra detrás; no desconozco que la crisis es de la economía occidental, la inseguridad es intrínseca en este tipo de sociedad y me pudren las proposiciones unívocas de gente bien vestida.
Ruego a los “punteros” que traten de seducirme con otras cosas: si fueran materiales, hagan una inversión importante, y si fueran intelectuales, traten de que sean inteligentes y divertidas. Pónganse las pilas, vienen las elecciones y el mío es un voto más.

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