viernes, 4 de septiembre de 2009

Una cualidad maravillosa


Una de las cosas más maravillosas que tiene el ser humano, que me causa ternura cuando la veo, es su infinita capacidad para hacer alarde de su ignorancia. Sé que no es nuevo ni original lo que estoy diciendo, pero en los últimos días el despliegue de esta virtud humana fue tal que realmente asombra. Ojo, esto ocurre no sólo por parte de los legos en ciertas materias específicas, que suelen hablar como se dice vulgarmente a boca de jarro, basándose en lo que escucharon en la televisión o, en el mejor de los casos, un programa de radio; sino también de los que se supone que deberían saber, porque hablan, generan opinión y debaten los temas en público.
Decía que en los últimos días esta maravillosa característica de nuestro género se me hizo más evidente: es que todos, absolutamente todos, hablan del Proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual sin tener idea del tema. La ignorancia al respecto por parte de Juana de Flores o Alfonso de Belgrano, cuando dejan mensajes grabados en la radio me preocupa poco, aunque demuestra que cualquiera de nosotros al opinar sobre algo que desconocemos podemos destruir buenos trabajos o erigir monstruos. Se hace con la misma liviandad con la del algo habrá hecho. Sin embargo, me despiertan ternura por la forma en que desnudan su ignorancia en público, sin pudores y hasta con la elegancia típica de sus barrios.
Pero, los que más ternura me generan son los que tienen casi la obligación de saber de qué carajo hablan y no se hacen cargo y salen por el mundo a exhibir su ignorancia con esa carita feliz. El debate de la nueva ley es maravilloso en este sentido: opinadores de toda calaña aparecieron en los medios y, sin ponerse colorados, dijeron miríadas de sandeces. Además, derrochando generosidad, llevaron esa adorable ignorancia al debate de las comisiones legislativas. Obviamente, ningún preconcepto sobre el tema, sólo los títulos de los medios como armas para el debate.
Con otras palabras, Negroponte se quejaba de que el papel impreso detenía el avance tecnológico. Los argentinos debemos estar orgullosos de que fuimos muy pocos los retrógrados, conservadores, casi fascistas del progreso que leímos los más de 140 artículos comentados del proyecto y que, haciéndonos cargo de semejante despropósito, nos callamos, no opinamos. Si lo hiciéramos impediríamos que se genere esa ternura –que realmente es cariño- hacia los opinadores que salen a decir barbaridades dando la cara. Son adorables y generosos al no esconderse ni avergonzarse de sus limitaciones.

viernes, 28 de agosto de 2009

Derecho a la información


El derecho a la información significa el derecho a toda la información no al ocultamiento de una parte de la información y la manipulación de otra parte.
Esta observación de Perogrullo -en realidad, de Cristina- marca el oficio del escriba. Cuando el Poder Ejecutivo envió al Legislativo el Proyecto de Ley de Regulación de los Servicios de Comunicación Audiovisual, reapareció a la luz el gremio de los periodistas para expresar una preocupación por la amenaza que supondrá esta norma.
¡Maravilloso! Tipos incapaces de ser solidarios hacia sus colegas que trabajan en condiciones deplorables, cobran miserias, son despedidos o son empleados por energúmenos incapaces de hacer la “O” con el culo de un vaso -pero saben cuantos “0” tienen que bajar del dinero para las nóminas, para ampliar sus ganancias-, ayer se atropellaron para viajar en el mismo bondi con los que la yugan a diario.
Me siento en la gloria, gracias a esta iniciativa del Gobierno recuperé compañeros que hacía años pensé que se habían alejado de mi realidad, gracias a su mejor ubicación dentro de sus empresas. Y, desde ayer se ocupan de mí. Además –y esto es mejor-, los empresarios del sector me pusieron en un pie de igualdad con ellos, cuando tiemblan por el ataque podría suponer esta norma hacia los periodistas: laburo que me identifica desde hace más de 25 años.
Ahora, totalmente identificado con mis nuevos compañeros de ruta que, como tales, es lógico que quieran compartir conmigo ganancias y poder, tengo que decir que –aunque ellos se opongan- quiero que se apruebe este proyecto en el Congreso. Porque quiero seguir perteneciendo a este grupo que tiene plata y poder que, seguramente, si esto sigue así, en algún momento ellos me darán.
Si no es así, les voy a pedir que dejen de hablar por mí, que no se atribuyan el colectivo periodistas, que no se rasguen las vestiduras pensando en menores beneficios al final de los ejercicios, porque yo elegí el periodismo como forma en la que ganarme la vida, aunque a veces tenga que atajarle penales imposibles y no como medio para hacer negocios y ganar poder.
Y por favor, basta de hablar de periodismo independiente que van a hacer temblar los restos de Mariano Moreno, Rodolfo Walsh y el mismo Bartolomé Mitre, que afrontaron sin vergüenzas que este laburo tenía que ver no sólo con informar sino también con formar opinión.
Porque, el derecho a la información es de todos los ciudadanos y no sólo de los propietarios de los medios o –en el mejor de los casos- los periodistas, este proyecto es escaso, que deja afuera muchas cosas importantes –como la prensa escrita-, por lo que es necesaria una ley de medios que complemente a esta norma que se empieza a discutir y quizá una colegiación y un código de ética que abarque a todos los involucrados en este oficio.

viernes, 31 de julio de 2009

El peso de la luz


La luz se comporta de forma curiosa. Es energía, y la energía es masa multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz, pero cuando cualquier masa alcanza la velocidad de la luz se convierte en energía, y para que algo tenga peso necesita tener masa; aunque la luz tiene un comportamiento muy complejo ya que a veces se comporta como una onda y otras veces se comporta como partículas –al ser atraída por los cuerpos al pasar cerca de ellos-, llamadas fotones que deberían tener un peso insignificante.

Sin embargo, no es tan insignificante para la opinión de muchos argentinos. Esto es muy fácil de comprobar, sólo con salir cualquier mañana, tarde o noche a la calle.

Entonces, van a aparecer los automovilistas convencidísimos de que la luz tiene un peso y que –contrariamente a lo que se ha planteado en el primer párrafo- no es para nada insignificante, sino por el contrario, más que considerable: enorme.

Por eso, ninguno coloca las luces de giro para anunciar alguna maniobra, como cambios de carril –ya se sabe que el espejo no debe ser mirado, porque puede causar distracción-, o doblar en una esquina o entrar a un garage. Es evidente que existiendo la posibilidad de que el tipo haga la maniobra, el resto de los conductores debe estar atento ante su futura decisión. El tema es que, si la luz tiene un peso importante podrá hacer volcar al vehículo hacia el lado por el que se encienda, con el peligro consiguiente.

Son pocos, además, los que circulan con las luces bajas encendidas. Esto es porque podrían hacer caer al automóvil de bruces al pavimento, ya que las luces delanteras son más potentes –por ende, más pesadas- que las traseras que no lograrán nivelar al coche, como deberían.

Eso sí, ninguno de ellos dudará en encender las luces altas para apurar a los de adelante cuando intuyen que el semáforo está por ponerse en verde, o en reclamarle paso en una calle o autopista. Es que, en ese momento, la luz recupera aquel peso insignificante o su cualidad de no pesar.

Es que, todos los automovilistas nacionales son expertos en física y saben que la luz se comporta de manera muy curiosa.

martes, 28 de julio de 2009

Fútbol, negocios, prensa


Mientras algunos periodistas deportivos conservan su laburo recurriendo a la estulticia de medir la cantidad de kilómetros recorridos por un jugador en un partido, haciendo caso omiso a su habilidad, como si se tratara de un maratonista y no de un futbolista cuya razón de ser es la habilidad, la picardía, otro es expulsado de su lugar al aire luego de opinar que, por una decisión comercial apoyada por una legislación -por lo menos- desacutualizada y errada, a los argentinos nos "secuestraron los goles".

No va a haber ninguna referencia a reacciones histéricas manifestadas cuando otra empresa no le renovó el contrato a algún médico vinculado con un ex rector universitario y a otro poderoso grupo económico.

Está llegando el final, gracias a Dios, de uno de los peores meses de los últimos años. Es que, si todavía los televisores fueran en blanco y negro mi función de televidente estaría en peligro, ya que no sé utilizar el control remoto para hacer otra cosa que buscar pantallas verdes: fútbol, rugby, polo, golf. Es la primer reacción que tengo cuando me pongo frente al aparato, sin importar día, ni horario. Pude superar el síndrome de abstinencia apelando al voley y la -sosa- Vuelta de Francia.

Por eso, no puedo seguir al margen de la injusticia de que me priven de escuchar al tipo me dice que tengo derecho a que los noticieros de la noche del domingo me muestren los goles de mi equipo -lo único importante que nos ocurre a los argentinos ese día- sin tener que esperar a verlo en un compilado relatado por un venerable señor mayor, que se limita a trasladar a palabras lo que acabo de ver, sin opinión y sin más información que la que da esa única fuente.

Otra, recurrir al cable y sentirse un ridículo viendo las tribunas mientras se juegan los partidos y se escucha a relatores y comentaristas que, buena parte del tiempo, relatan cuestiones comerciales o vinculadas con sus allegados o comentan asuntos pueriles y familiares.

La solución deseada por los dueños del futbol será comprar algún paquete de los sistemas de cable, nacido con el argumento de que televisación no afectara recaudaciones. Eso no explicó porqué codifican partidos que se juegan en otras ciudades, provincias y hasta países. La no deseada, seguir el partido por internet, lo que afectará el negocio que iniciaron cuando "secuestraron los goles".

Entonces, como árbitros bomberos, le sacaron la roja al tipo que los alertó sobre el riesgo que corren por hacer un fulbito chiquito, opaco, triste, de kilómetros recorridos sin un mísero centímetro de gambeta. Una porquería.

martes, 7 de julio de 2009

Una visión conspirativa de la gripe


La oposición a Felipe Calderón en México -entre ella el PRI que acaba de derrotar al partido del presidente en las últimas elecciones- denunció, ha más de tres meses, que la gripe porcina era una estratagema del gobierno para afectar estos comicios, permitir el incremento de la deuda del país con sus acreedores estadounidenses y facilitar un mayor control de la situación interna por parte de Washington, aliado al oficialismo azteca. Todo demasiado complicado, demasiado conspirativo.
El último fin de semana, los diarios argentinos difundieron entrevistas a un especialista mexicano en ese mal que estalló en Argentina con mayor virulencia de lo que lo hizo en México, su país de origen. El especialista en cuestión, Alejandro Macías, es un funcionario del Ministerio de Salud mexicano que responde a Calderón y, según la mirada conspirativa del PRI, a sus aliados estadounidenses.
Macías explicó a los medios locales –La Nación, Perfil, Ámbito-, a qué había llegado a Buenos Aires. Vino a ver cómo se combatía el H1N1 en las pampas en pleno invierno para poder copiar el método cuando el frio llegue al “hemisferio norte”. Sin ambages, en ninguna entrevista circunscribió la experiencia a su país: México, sino que con generosidad le entregará lo aprendido a Europa, Canadá y Estados Unidos, país en cuyos laboratorios –según algunos paranoicos conspirativos- se habría creado la cepa.
Hilando la confesión desinteresada de Macías, la permisividad de funcionarios locales hacia laboratorios internacionales, el tradicional desprecio de los gobiernos estadounidenses –sea cual fuera su color, pero en especial los demócratas- hacia las subespecies del patio trasero, ¿sería demasiado conspirativo sentirse un conejillo de Indias del Departamento de Salud o de Estado de la gran potencia del norte a través del desinteresado aporte de los ex aztecas? Digo, no sé…

jueves, 18 de junio de 2009

Todo un cabrón


Si bien sé poco del tema, es el que mejor conozco y… con eso torturo a mis coetáneos, no a todos, sino a los que tengo a mano. El periodismo es lo que elegí para joder al resto de la humanidad; cada uno hace lo que puede y Mengele eligió la medicina, lo que fue mucho peor.

En estos días me acordaba –gracias a los señores periodistas del DsD, (http://www.diariosobrediarios.com.ar/eldsd/diario/portada.htm) uno de los mejores sitios de internet- de lo que habían hecho los medios estadounidenses frente a la última campaña electoral: sincerarse en sus editoriales sobre quién sería el candidato al que apoyarían. En Europa eso va de suyo con cada medio, porque son la expresión abierta de las líneas ideológicas del país.

Acá es distinto: los medios jamás dirán que apoyan o rechazan a tal o cual candidato o sector y se venden como independientes de los vaivenes de la política, ojo no de la economía, que con la guita no se jode. Y, así, erigen un pilar desde el cual, asumen el papel de jueces supremos de la sociedad toda, porque todo queda incluido dentro de sus sentencias inapelables.

Las últimas décadas del siglo XX impusieron un discurso que vació de razón de ser al Estado y de contenidos a los partidos políticos, con lo cual el dinero se convirtió en la herramienta de poder y los rezagados –pobres, ancianos, jóvenes, niños y mujeres- quedaron aislados de cualquier toma de decisión.

En esa línea, los periodistas queremos ser como nuestros patrones: independientes, impolutos, incontaminados e incontaminables, pero lo que para ellos es una ventaja discursiva ante sus adversarios en la disputa por el poder, para nosotros es una verdadera exhibición de debilidad que nos convierte en unos verdaderos pelotudos, incapaces de tomar partido por algo o alguien.

Esto es así y seguirá siéndolo, porque alegamos que con esa posición garantizamos nuestra fuente de trabajo, aseguramos nuestras fuentes informativas, ratificamos nuestra independencia, quedamos fuera de las críticas pero lo que hacemos, fundamentalmente, es confirmar que somos unos pusilánimes.

Deberíamos disculparnos ante la sociedad que banca nuestra tibieza exasperante de la que vamos contagiándola por detentar el gatillo que dispara la palabra, favoreciendo a los sectores que tienen el poder otorgado por el dinero. Yo pido disculpas a mis colegas, por tomar una posición tan cabrona.

martes, 16 de junio de 2009

54 Años


Casi 350 argentinos esperan, desde hace más de 54 años, Justicia. El 16 de junio de 1955 un grupo de individuos que detentaban uniformes de la Patria atacaron a inermes ciudadanos en el centro de la ciudad, con el argumento –no menos deleznable- de querer matar al Presidente.

La historia, oculta durante años, recuerda a los trabajadores y hasta niños en una excursión escolar alcanzados por la metralla infame de quienes escondieron su estupidez homicida tras el argumento de una pretendida oposición política.

Un año después, esa misma locura asesina –respaldada en el mismo argumento de la oposición política. fusilaría a un General de la Nación, a otros oficiales, suboficiales y civiles, en cuarteles, prisiones, comisarías y un basural.

Es difícil entender cuando los autores y cómplices de aquellas atrocidades y sus herederos reclaman diálogo de quienes fueron sus víctimas que, sin embargo, no lo niegan.

Sin ánimo de tirar más de la cuerda, vayan estas líneas como resumido homenaje.

El de la foto es el monumento a las víctimas de la locura homicida.