martes, 28 de julio de 2009

Fútbol, negocios, prensa


Mientras algunos periodistas deportivos conservan su laburo recurriendo a la estulticia de medir la cantidad de kilómetros recorridos por un jugador en un partido, haciendo caso omiso a su habilidad, como si se tratara de un maratonista y no de un futbolista cuya razón de ser es la habilidad, la picardía, otro es expulsado de su lugar al aire luego de opinar que, por una decisión comercial apoyada por una legislación -por lo menos- desacutualizada y errada, a los argentinos nos "secuestraron los goles".

No va a haber ninguna referencia a reacciones histéricas manifestadas cuando otra empresa no le renovó el contrato a algún médico vinculado con un ex rector universitario y a otro poderoso grupo económico.

Está llegando el final, gracias a Dios, de uno de los peores meses de los últimos años. Es que, si todavía los televisores fueran en blanco y negro mi función de televidente estaría en peligro, ya que no sé utilizar el control remoto para hacer otra cosa que buscar pantallas verdes: fútbol, rugby, polo, golf. Es la primer reacción que tengo cuando me pongo frente al aparato, sin importar día, ni horario. Pude superar el síndrome de abstinencia apelando al voley y la -sosa- Vuelta de Francia.

Por eso, no puedo seguir al margen de la injusticia de que me priven de escuchar al tipo me dice que tengo derecho a que los noticieros de la noche del domingo me muestren los goles de mi equipo -lo único importante que nos ocurre a los argentinos ese día- sin tener que esperar a verlo en un compilado relatado por un venerable señor mayor, que se limita a trasladar a palabras lo que acabo de ver, sin opinión y sin más información que la que da esa única fuente.

Otra, recurrir al cable y sentirse un ridículo viendo las tribunas mientras se juegan los partidos y se escucha a relatores y comentaristas que, buena parte del tiempo, relatan cuestiones comerciales o vinculadas con sus allegados o comentan asuntos pueriles y familiares.

La solución deseada por los dueños del futbol será comprar algún paquete de los sistemas de cable, nacido con el argumento de que televisación no afectara recaudaciones. Eso no explicó porqué codifican partidos que se juegan en otras ciudades, provincias y hasta países. La no deseada, seguir el partido por internet, lo que afectará el negocio que iniciaron cuando "secuestraron los goles".

Entonces, como árbitros bomberos, le sacaron la roja al tipo que los alertó sobre el riesgo que corren por hacer un fulbito chiquito, opaco, triste, de kilómetros recorridos sin un mísero centímetro de gambeta. Una porquería.

martes, 7 de julio de 2009

Una visión conspirativa de la gripe


La oposición a Felipe Calderón en México -entre ella el PRI que acaba de derrotar al partido del presidente en las últimas elecciones- denunció, ha más de tres meses, que la gripe porcina era una estratagema del gobierno para afectar estos comicios, permitir el incremento de la deuda del país con sus acreedores estadounidenses y facilitar un mayor control de la situación interna por parte de Washington, aliado al oficialismo azteca. Todo demasiado complicado, demasiado conspirativo.
El último fin de semana, los diarios argentinos difundieron entrevistas a un especialista mexicano en ese mal que estalló en Argentina con mayor virulencia de lo que lo hizo en México, su país de origen. El especialista en cuestión, Alejandro Macías, es un funcionario del Ministerio de Salud mexicano que responde a Calderón y, según la mirada conspirativa del PRI, a sus aliados estadounidenses.
Macías explicó a los medios locales –La Nación, Perfil, Ámbito-, a qué había llegado a Buenos Aires. Vino a ver cómo se combatía el H1N1 en las pampas en pleno invierno para poder copiar el método cuando el frio llegue al “hemisferio norte”. Sin ambages, en ninguna entrevista circunscribió la experiencia a su país: México, sino que con generosidad le entregará lo aprendido a Europa, Canadá y Estados Unidos, país en cuyos laboratorios –según algunos paranoicos conspirativos- se habría creado la cepa.
Hilando la confesión desinteresada de Macías, la permisividad de funcionarios locales hacia laboratorios internacionales, el tradicional desprecio de los gobiernos estadounidenses –sea cual fuera su color, pero en especial los demócratas- hacia las subespecies del patio trasero, ¿sería demasiado conspirativo sentirse un conejillo de Indias del Departamento de Salud o de Estado de la gran potencia del norte a través del desinteresado aporte de los ex aztecas? Digo, no sé…

jueves, 18 de junio de 2009

Todo un cabrón


Si bien sé poco del tema, es el que mejor conozco y… con eso torturo a mis coetáneos, no a todos, sino a los que tengo a mano. El periodismo es lo que elegí para joder al resto de la humanidad; cada uno hace lo que puede y Mengele eligió la medicina, lo que fue mucho peor.

En estos días me acordaba –gracias a los señores periodistas del DsD, (http://www.diariosobrediarios.com.ar/eldsd/diario/portada.htm) uno de los mejores sitios de internet- de lo que habían hecho los medios estadounidenses frente a la última campaña electoral: sincerarse en sus editoriales sobre quién sería el candidato al que apoyarían. En Europa eso va de suyo con cada medio, porque son la expresión abierta de las líneas ideológicas del país.

Acá es distinto: los medios jamás dirán que apoyan o rechazan a tal o cual candidato o sector y se venden como independientes de los vaivenes de la política, ojo no de la economía, que con la guita no se jode. Y, así, erigen un pilar desde el cual, asumen el papel de jueces supremos de la sociedad toda, porque todo queda incluido dentro de sus sentencias inapelables.

Las últimas décadas del siglo XX impusieron un discurso que vació de razón de ser al Estado y de contenidos a los partidos políticos, con lo cual el dinero se convirtió en la herramienta de poder y los rezagados –pobres, ancianos, jóvenes, niños y mujeres- quedaron aislados de cualquier toma de decisión.

En esa línea, los periodistas queremos ser como nuestros patrones: independientes, impolutos, incontaminados e incontaminables, pero lo que para ellos es una ventaja discursiva ante sus adversarios en la disputa por el poder, para nosotros es una verdadera exhibición de debilidad que nos convierte en unos verdaderos pelotudos, incapaces de tomar partido por algo o alguien.

Esto es así y seguirá siéndolo, porque alegamos que con esa posición garantizamos nuestra fuente de trabajo, aseguramos nuestras fuentes informativas, ratificamos nuestra independencia, quedamos fuera de las críticas pero lo que hacemos, fundamentalmente, es confirmar que somos unos pusilánimes.

Deberíamos disculparnos ante la sociedad que banca nuestra tibieza exasperante de la que vamos contagiándola por detentar el gatillo que dispara la palabra, favoreciendo a los sectores que tienen el poder otorgado por el dinero. Yo pido disculpas a mis colegas, por tomar una posición tan cabrona.

martes, 16 de junio de 2009

54 Años


Casi 350 argentinos esperan, desde hace más de 54 años, Justicia. El 16 de junio de 1955 un grupo de individuos que detentaban uniformes de la Patria atacaron a inermes ciudadanos en el centro de la ciudad, con el argumento –no menos deleznable- de querer matar al Presidente.

La historia, oculta durante años, recuerda a los trabajadores y hasta niños en una excursión escolar alcanzados por la metralla infame de quienes escondieron su estupidez homicida tras el argumento de una pretendida oposición política.

Un año después, esa misma locura asesina –respaldada en el mismo argumento de la oposición política. fusilaría a un General de la Nación, a otros oficiales, suboficiales y civiles, en cuarteles, prisiones, comisarías y un basural.

Es difícil entender cuando los autores y cómplices de aquellas atrocidades y sus herederos reclaman diálogo de quienes fueron sus víctimas que, sin embargo, no lo niegan.

Sin ánimo de tirar más de la cuerda, vayan estas líneas como resumido homenaje.

El de la foto es el monumento a las víctimas de la locura homicida.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Periodistas buenos e independientes


En las reuniones sociales, cualquiera corre el riesgo de terminar laburando en algo que no le gusta o no le interesa. Se repiten los casos de la señora que le pregunta por un dolor de espalda al médico, el que le consulta sobre un reclamo a un abogado, o sobre un patio a un albañil.

Siendo periodista, la cosa no es mejor, nunca le falta el que quiere que le cuente un chimento o le ratifique su propia opinión. No importa que el tipo sea periodista deportivo especializado en sumo, el preguntón querrá saber el chisme sobre una pelea entre dos vedettes de las cuales el escriba desconocía hasta la existencia.

Estos son molestos pero no peligrosos. Los peores son los que quieren que se les ratifique la propia opinión, a la que -por lo general- añaden fuentes improbables y datos inconsistentes: un amigo cercano al poder, el portero del edificio en el que vive la tía de alguien importante, la sensación de sus compañeros de papy futbol de los jueves o que la esposa del policía de la esquina haya comprado un kilo más de azucar.

Es más, ningún trabajador de prensa está a salvo de que uno de estos personajes le tire de golpe una opinión sobre el desempeño de algún colega, al que -de movida- el interrogador habrá de poner, invariablemente, los calificativos de bueno e independiente. Si hubiera una alarma para los posibles desastres de la humanidad, estos tipos harían que suene en un grado sólo superable por el apocalipsis.

Por lo general, estos preguntones consideran bueno porque es independiente al periodista que siguen en radio, televisión y, en mucho menor medida, diario, casi nunca revistas y -jamás- una agencia de noticias. Obviamente, quedan fuera de toda consideración productores, cronistas, redactores, prenseros y miles de otros profesionales que son inexistentes para la masa.

La medida de lo bueno no lo da el grado de investigación de un tema, lo bien que se escribe o la profundidad de un conocimiento, la claridad para exponerlo o el manejo de agenda -parámetros del gremio para juzgar a un colega- sino el opinar igual que su escucha, televidente o lector, con lo que, obviamente, será muy dificil que el consultado acierte con la respuesta.

La independencia sigue un camino similar, vinculado además con una “caradeortismo” hacia lo que -para el tipo- le suene a poder, aunque no lo sea. No habrá, entonces, forma de que el punto entienda que -salvo que el periodista analizado sea un esquizofrénico irremediable o un ciclotímico fronterizo- la independencia y el periodismo no tienen punto de contacto: todos tenemos amores, un equipo del que somos hinchas, una ideología, un gusto en comidas, un jefe que nos paga, un avisador que nos da de comer.

Ergo: si la condición sine que non para ser buen periodista es ser independiente, como el periodismo independiente es la mayor falacia, no pueden existir los buenos periodistas. Entonces, ser buen periodista es otra cosa que no está vinculada con lo que el tipo opina. En esta época en que los grandes difusores buscan el pensamiento uniforme y la opinión única, es bueno que sea así.


miércoles, 13 de mayo de 2009

Lo peor de la historia


Puede parecer una anécdota. Es más, lo trataron como una anécdota. Pero no es una anécdota: es una triste demostración de cómo, a diario, se maneja la opinión pública. Desde Olé afanaron una foto de internet, driblaron los posibles créditos, le atribuyeron una crónica y la publicaron en la tapa del martes 12 de mayo.
Hasta ahí, la anécdota encarada por el diario deportivo del grupo. Pero, la historia era que el trapo en el que la hinchada de River habría cuestionado a la dirigencia del club no había existido, sino que la había armado Mandrake_007 -un usuario del sitio Taringa- con el hoy famoso Photoshop. Nada hubiera pasado si esta última parte no hubiera trascendido: ese medio nos habría tomado por giles (Puh! ¡¿otra vez?!) y todo igual. Pero trascendió y 24 horas después del bochorno original, el medio incurre en otro peor: no reconocer el engaño a que sometió a sus lectores y tratar de justificarlo con argumentos casi infantiles. Y, más aún, difundieron nombre, apellido y edad del pibe que hizo el truco; algo que en otros países, donde la violencia en el fútbol es cotidiana -no como en el nuestro-, se podría calificar de criminal.
Otro usuario de Taringa, hersounds, opinaba: “acá hay mucho valores que se pasaron por alto, ya no es solo fútbol, es tratar de voltear a quien no nos gusta o conviene, mediante el uso del 4to. poder, cómo vas a minimizar esto? te imaginás permitir que los medios inventen así, porque si, se derriban empresas, gobiernos, clubes de fútbol, gerenciamientos, por intereses de otros, estamos todos locos?... acá hubo mala leche de Olé para con River Plate, ya todos sabemos que andan mal, incluso los propios hinchas estan calientes, pero que un medio, el cual debe ser imparcial, meta leña al fuego y sugiera la cabeza de la cúpula directiva en base a una foto falsa, eso es incentivar la mala onda de los hinchas para producir el efecto que buscan”.
Al referirse a los Versos Satánicos de Salman Rushdie, José Pablo Feinmann relataba el tramo de la Jahilia, en la que sugiere que -mediante engaños- Mahoma aceptó la validez de tres deidades paganas. Plantea el filósofo periférico que esta visión genera la duda de hasta qué punto, si Mahoma fue inducido una vez a mentir no lo habrá sido en otras y hasta en todas. Apelo al recurso del mismo autor de citar de (mala) memoria el pasaje.
Si bien puedo no compartir la proposición del autor indio, hoy puedo hacer coro a Feinmann y preguntar hasta qué punto, si un medio del grupo nos mintió una vez, no lo habrá hecho en otras o si no lo estará haciendo en todas y, lo peor de la historia es que puedo interrogarme si esta no será la práctica habitual de todo el multimedio y de otros medios locales.

jueves, 7 de mayo de 2009

Internet y el Absoluto


El ser humano es un ser absoluto. No puede ser parcializar, no puede ser casi un ser humano. Pero tampoco vale exagerar, porque cuando exagera, el ser humano llega a pensar que hasta sus creaciones son absolutas, y cualquier gilada pasa a tener una categoría que, no sólo no merece, sino que es ridícula.
Así, internet, por ejemplo. Para el sector que la usa a diario se ha convertido en “el” lugar donde todo ocurre, porque ahí lee los diarios, manda correos de laburo o de güevadas, chatea con los amigos, deja sus fotos, sus ideas –porqué no?-, sus opiniones y, ahí está el quilombo. Entonces, empieza a creer que es verdad que la net es real y, por tanto, absoluta.
El tipo saca información de la red, sin chequearla, la da por cierta; si hay un chorizo de opiniones en un foro, y casi todos coinciden, esa es la verdad revelada. El muñeco ya pifió dos veces: no todo lo publicado –en ningún lado, pero eso es tema de otra entrada- es real o verdadero, sin entrar en consideraciones filosóficas sobre poder y verdad o dominio y realidad, y “todas” las opiniones en la red no son más que las que puede haber en una cuadra de la ciudad de Buenos Aires, no más.
No entremos a analizar las encuestas o consultas varias a los participantes de foros o lectores de una página, porque los resultados –obviamente- no resistirían ningún análisis, dado el sesgo que tendría impuesto por la inclinación del sitio: en un sitio de Racing, nadie va a decir que Independiente juega bien –yo tampoco lo voy a hacer- porque sería armar bardo al pedo y hasta suicida, si alguien lo identifica.
Esto no sólo se cumple en el futbol, también va para gustos artísticos: no elogiar la cumbia donde se habla de música barroca; política: los K nunca van a salir bien parados de La Nación; transporte: nunca funcionará el tren en una página de camiones; economía: dejar a los neoliberales en su lugar y a los keynesianos en el suyo; o el espectáculo: jamás mezclar vedetes, modelos, bataclanas o actrices, a menos que ellas mismas lo hagan.
Por la buena salud, el ser humano puede ser absoluto, pero internet es un pequeñísimo rejunte de tribus ya que, si bien se conecta a ella la mitad de la población, sólo hay tres millones de cuentas, la mayoría de los que entran son menores de edad en los cibers, para jugar o –muy de tarde en tarde- buscar algo para la escuela. Lo que habla a las claras que está aún muy lejos de aquella democracia cibernética que prometían: es tan sólo otro divertimento para la clase media, mucho menor que el teléfono y la televisión.
Por lo tanto, a no agrandarse que no es –ni mucho menos- absoluta.