jueves, 18 de junio de 2009

Todo un cabrón


Si bien sé poco del tema, es el que mejor conozco y… con eso torturo a mis coetáneos, no a todos, sino a los que tengo a mano. El periodismo es lo que elegí para joder al resto de la humanidad; cada uno hace lo que puede y Mengele eligió la medicina, lo que fue mucho peor.

En estos días me acordaba –gracias a los señores periodistas del DsD, (http://www.diariosobrediarios.com.ar/eldsd/diario/portada.htm) uno de los mejores sitios de internet- de lo que habían hecho los medios estadounidenses frente a la última campaña electoral: sincerarse en sus editoriales sobre quién sería el candidato al que apoyarían. En Europa eso va de suyo con cada medio, porque son la expresión abierta de las líneas ideológicas del país.

Acá es distinto: los medios jamás dirán que apoyan o rechazan a tal o cual candidato o sector y se venden como independientes de los vaivenes de la política, ojo no de la economía, que con la guita no se jode. Y, así, erigen un pilar desde el cual, asumen el papel de jueces supremos de la sociedad toda, porque todo queda incluido dentro de sus sentencias inapelables.

Las últimas décadas del siglo XX impusieron un discurso que vació de razón de ser al Estado y de contenidos a los partidos políticos, con lo cual el dinero se convirtió en la herramienta de poder y los rezagados –pobres, ancianos, jóvenes, niños y mujeres- quedaron aislados de cualquier toma de decisión.

En esa línea, los periodistas queremos ser como nuestros patrones: independientes, impolutos, incontaminados e incontaminables, pero lo que para ellos es una ventaja discursiva ante sus adversarios en la disputa por el poder, para nosotros es una verdadera exhibición de debilidad que nos convierte en unos verdaderos pelotudos, incapaces de tomar partido por algo o alguien.

Esto es así y seguirá siéndolo, porque alegamos que con esa posición garantizamos nuestra fuente de trabajo, aseguramos nuestras fuentes informativas, ratificamos nuestra independencia, quedamos fuera de las críticas pero lo que hacemos, fundamentalmente, es confirmar que somos unos pusilánimes.

Deberíamos disculparnos ante la sociedad que banca nuestra tibieza exasperante de la que vamos contagiándola por detentar el gatillo que dispara la palabra, favoreciendo a los sectores que tienen el poder otorgado por el dinero. Yo pido disculpas a mis colegas, por tomar una posición tan cabrona.

martes, 16 de junio de 2009

54 Años


Casi 350 argentinos esperan, desde hace más de 54 años, Justicia. El 16 de junio de 1955 un grupo de individuos que detentaban uniformes de la Patria atacaron a inermes ciudadanos en el centro de la ciudad, con el argumento –no menos deleznable- de querer matar al Presidente.

La historia, oculta durante años, recuerda a los trabajadores y hasta niños en una excursión escolar alcanzados por la metralla infame de quienes escondieron su estupidez homicida tras el argumento de una pretendida oposición política.

Un año después, esa misma locura asesina –respaldada en el mismo argumento de la oposición política. fusilaría a un General de la Nación, a otros oficiales, suboficiales y civiles, en cuarteles, prisiones, comisarías y un basural.

Es difícil entender cuando los autores y cómplices de aquellas atrocidades y sus herederos reclaman diálogo de quienes fueron sus víctimas que, sin embargo, no lo niegan.

Sin ánimo de tirar más de la cuerda, vayan estas líneas como resumido homenaje.

El de la foto es el monumento a las víctimas de la locura homicida.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Periodistas buenos e independientes


En las reuniones sociales, cualquiera corre el riesgo de terminar laburando en algo que no le gusta o no le interesa. Se repiten los casos de la señora que le pregunta por un dolor de espalda al médico, el que le consulta sobre un reclamo a un abogado, o sobre un patio a un albañil.

Siendo periodista, la cosa no es mejor, nunca le falta el que quiere que le cuente un chimento o le ratifique su propia opinión. No importa que el tipo sea periodista deportivo especializado en sumo, el preguntón querrá saber el chisme sobre una pelea entre dos vedettes de las cuales el escriba desconocía hasta la existencia.

Estos son molestos pero no peligrosos. Los peores son los que quieren que se les ratifique la propia opinión, a la que -por lo general- añaden fuentes improbables y datos inconsistentes: un amigo cercano al poder, el portero del edificio en el que vive la tía de alguien importante, la sensación de sus compañeros de papy futbol de los jueves o que la esposa del policía de la esquina haya comprado un kilo más de azucar.

Es más, ningún trabajador de prensa está a salvo de que uno de estos personajes le tire de golpe una opinión sobre el desempeño de algún colega, al que -de movida- el interrogador habrá de poner, invariablemente, los calificativos de bueno e independiente. Si hubiera una alarma para los posibles desastres de la humanidad, estos tipos harían que suene en un grado sólo superable por el apocalipsis.

Por lo general, estos preguntones consideran bueno porque es independiente al periodista que siguen en radio, televisión y, en mucho menor medida, diario, casi nunca revistas y -jamás- una agencia de noticias. Obviamente, quedan fuera de toda consideración productores, cronistas, redactores, prenseros y miles de otros profesionales que son inexistentes para la masa.

La medida de lo bueno no lo da el grado de investigación de un tema, lo bien que se escribe o la profundidad de un conocimiento, la claridad para exponerlo o el manejo de agenda -parámetros del gremio para juzgar a un colega- sino el opinar igual que su escucha, televidente o lector, con lo que, obviamente, será muy dificil que el consultado acierte con la respuesta.

La independencia sigue un camino similar, vinculado además con una “caradeortismo” hacia lo que -para el tipo- le suene a poder, aunque no lo sea. No habrá, entonces, forma de que el punto entienda que -salvo que el periodista analizado sea un esquizofrénico irremediable o un ciclotímico fronterizo- la independencia y el periodismo no tienen punto de contacto: todos tenemos amores, un equipo del que somos hinchas, una ideología, un gusto en comidas, un jefe que nos paga, un avisador que nos da de comer.

Ergo: si la condición sine que non para ser buen periodista es ser independiente, como el periodismo independiente es la mayor falacia, no pueden existir los buenos periodistas. Entonces, ser buen periodista es otra cosa que no está vinculada con lo que el tipo opina. En esta época en que los grandes difusores buscan el pensamiento uniforme y la opinión única, es bueno que sea así.


miércoles, 13 de mayo de 2009

Lo peor de la historia


Puede parecer una anécdota. Es más, lo trataron como una anécdota. Pero no es una anécdota: es una triste demostración de cómo, a diario, se maneja la opinión pública. Desde Olé afanaron una foto de internet, driblaron los posibles créditos, le atribuyeron una crónica y la publicaron en la tapa del martes 12 de mayo.
Hasta ahí, la anécdota encarada por el diario deportivo del grupo. Pero, la historia era que el trapo en el que la hinchada de River habría cuestionado a la dirigencia del club no había existido, sino que la había armado Mandrake_007 -un usuario del sitio Taringa- con el hoy famoso Photoshop. Nada hubiera pasado si esta última parte no hubiera trascendido: ese medio nos habría tomado por giles (Puh! ¡¿otra vez?!) y todo igual. Pero trascendió y 24 horas después del bochorno original, el medio incurre en otro peor: no reconocer el engaño a que sometió a sus lectores y tratar de justificarlo con argumentos casi infantiles. Y, más aún, difundieron nombre, apellido y edad del pibe que hizo el truco; algo que en otros países, donde la violencia en el fútbol es cotidiana -no como en el nuestro-, se podría calificar de criminal.
Otro usuario de Taringa, hersounds, opinaba: “acá hay mucho valores que se pasaron por alto, ya no es solo fútbol, es tratar de voltear a quien no nos gusta o conviene, mediante el uso del 4to. poder, cómo vas a minimizar esto? te imaginás permitir que los medios inventen así, porque si, se derriban empresas, gobiernos, clubes de fútbol, gerenciamientos, por intereses de otros, estamos todos locos?... acá hubo mala leche de Olé para con River Plate, ya todos sabemos que andan mal, incluso los propios hinchas estan calientes, pero que un medio, el cual debe ser imparcial, meta leña al fuego y sugiera la cabeza de la cúpula directiva en base a una foto falsa, eso es incentivar la mala onda de los hinchas para producir el efecto que buscan”.
Al referirse a los Versos Satánicos de Salman Rushdie, José Pablo Feinmann relataba el tramo de la Jahilia, en la que sugiere que -mediante engaños- Mahoma aceptó la validez de tres deidades paganas. Plantea el filósofo periférico que esta visión genera la duda de hasta qué punto, si Mahoma fue inducido una vez a mentir no lo habrá sido en otras y hasta en todas. Apelo al recurso del mismo autor de citar de (mala) memoria el pasaje.
Si bien puedo no compartir la proposición del autor indio, hoy puedo hacer coro a Feinmann y preguntar hasta qué punto, si un medio del grupo nos mintió una vez, no lo habrá hecho en otras o si no lo estará haciendo en todas y, lo peor de la historia es que puedo interrogarme si esta no será la práctica habitual de todo el multimedio y de otros medios locales.

jueves, 7 de mayo de 2009

Internet y el Absoluto


El ser humano es un ser absoluto. No puede ser parcializar, no puede ser casi un ser humano. Pero tampoco vale exagerar, porque cuando exagera, el ser humano llega a pensar que hasta sus creaciones son absolutas, y cualquier gilada pasa a tener una categoría que, no sólo no merece, sino que es ridícula.
Así, internet, por ejemplo. Para el sector que la usa a diario se ha convertido en “el” lugar donde todo ocurre, porque ahí lee los diarios, manda correos de laburo o de güevadas, chatea con los amigos, deja sus fotos, sus ideas –porqué no?-, sus opiniones y, ahí está el quilombo. Entonces, empieza a creer que es verdad que la net es real y, por tanto, absoluta.
El tipo saca información de la red, sin chequearla, la da por cierta; si hay un chorizo de opiniones en un foro, y casi todos coinciden, esa es la verdad revelada. El muñeco ya pifió dos veces: no todo lo publicado –en ningún lado, pero eso es tema de otra entrada- es real o verdadero, sin entrar en consideraciones filosóficas sobre poder y verdad o dominio y realidad, y “todas” las opiniones en la red no son más que las que puede haber en una cuadra de la ciudad de Buenos Aires, no más.
No entremos a analizar las encuestas o consultas varias a los participantes de foros o lectores de una página, porque los resultados –obviamente- no resistirían ningún análisis, dado el sesgo que tendría impuesto por la inclinación del sitio: en un sitio de Racing, nadie va a decir que Independiente juega bien –yo tampoco lo voy a hacer- porque sería armar bardo al pedo y hasta suicida, si alguien lo identifica.
Esto no sólo se cumple en el futbol, también va para gustos artísticos: no elogiar la cumbia donde se habla de música barroca; política: los K nunca van a salir bien parados de La Nación; transporte: nunca funcionará el tren en una página de camiones; economía: dejar a los neoliberales en su lugar y a los keynesianos en el suyo; o el espectáculo: jamás mezclar vedetes, modelos, bataclanas o actrices, a menos que ellas mismas lo hagan.
Por la buena salud, el ser humano puede ser absoluto, pero internet es un pequeñísimo rejunte de tribus ya que, si bien se conecta a ella la mitad de la población, sólo hay tres millones de cuentas, la mayoría de los que entran son menores de edad en los cibers, para jugar o –muy de tarde en tarde- buscar algo para la escuela. Lo que habla a las claras que está aún muy lejos de aquella democracia cibernética que prometían: es tan sólo otro divertimento para la clase media, mucho menor que el teléfono y la televisión.
Por lo tanto, a no agrandarse que no es –ni mucho menos- absoluta.

jueves, 30 de abril de 2009

Encerrados


Algunas explicaciones pueden no satisfacer a todos, pero hay que aceptar que existen. Es que, a partir de aceptar infinidad de puntos de vista, para todo hecho puede haber infinidad de explicaciones para cada hecho. El triunfo de un modelo globalizado mundial al hacer desaparecer la bipolaridad de las relaciones dominantes –aunque no la disputa norte-sur-, paradójicamente, generó la aparición de miriadas de posibles lecturas de la realidad, más allá de que indefectiblemente siempre terminen absorbidas y derrotadas por el unicato de la lectura hegemónica.

Es así que para la inseguridad, los medios de comunicación, la política, la economía, el dengue y la gripe porcina hay muchas formas de leerlas, pero finalmente va a ganar la del poder, obvio. Para la inseguridad tendremos jueces garantistas y pendejos maleducados; para los medios, censura oficial; para la política, desquiciados apocalípticos; para la economía, crisis por pésimas administraciones; el dengue, la mugre, y la gripe porcina, la falta de previsión.

Todos estos temas tienen un denominador común que es ocupar en los medios el lugar desde el que se infunde temor, pero además es el lugar del otro. Por eso no resulta extraño que un intendente, para terminar con la delincuencia construya un muro o que los adultos intenten que se encarcelen a los chicos; o que nunca se hable de supuestas libertades de expresión y no de empresas mediáticas; ni que se sinceren los proyectos políticos; o que ni se mencione la distribución del ingreso para resolver las cíclicas crisis, o para terminar con las enfermedades que siempre llegan desde otros países y que se tapan con barbijos.

La solución para los males cotidianos y el remedio para las enfermedades de la miseria es encerrarse o, mejor dicho, encerrar al otro. Quienes tienen el poder lo hacen de dos formas: en cárceles, manicomios, hospitales, institutos para menores, es decir por la vía coercitiva, o instándolos a sentir temor al mundo lo que los obliga a encerrarse en sus hogares: vuelve a triunfar el terror victoriano en la frase de cabecera que durante años aplicó un canal de la televisión porteña: “en casa”.

Con todos encerrados, todos aislados, todos ocultos a la sociedad, se pierde el espacio público, principal razón de ser de la democracia. Muerta el ágora, donde puede discutirse la cosa común, sólo resta inyectar en cada ex ciudadano la idea deseada por el poder: el vector son –obviamente- los medios que cumplen, entonces, las dos funciones atemorizar y relegar –encerrándolo- al pobre tipo y llenarle la cabeza de ideas convenciéndolo de que le son propias e inteligentes.

Llegamos –por fin- al individuo, así individual, no social, al sujeto, literalmente sujetado a un modelo que le impusieron y que aceptó de manera acrítica. Ese individuo sujeto temeroso no puede ser solidario, sólo se mira el ombligo, se aísla en la TV o en Internet, discrimina, es oportunista, ventajero y, adocenado por ese sistema que le resulta cómodo, tampoco puede rebelarse. Una maravilla de tipo torneado por la revolución mediática.

viernes, 24 de abril de 2009

Bajar la imputabilidad, contra la inseguridad


Estamos a punto de entrar en otra dimensión social: los argentinos vamos a superar esa incertidumbre diaria, ese temor que nos asalta día a día antes de salir a la calle. Era simple y se está por realizar: van a bajar la edad de imputabilidad penal para que los delincuentes juveniles no amenacen más nuestra existencia.

Pero eso –que de suyo es bueno- no es sólo alentador de por sí, sino que establece un antecedente que generará un círculo virtuoso que implica la posibilidad de reformar la ley dentro de un año y volver a bajar la ley, si esos monstruos adolescentes persistieran en su determinación y volver a hacerlo después, y después, y después. El único límite serían los dos años de edad, dado que a los delincuentes de un año y medio no se les entiende bien cuando espetan las amenazas y, además, no son muy duchos con las armas, lo que los hace menos peligrosos.

Aplaudo la valentía de la diputada Velarde de proponer ya bajar la edad hasta los 12 años, acelerando ese proceso. Porque me sublevan los energúmenos de esa edad que ponen en jaque a las fuerzas del orden que día a día muestran paciencia, bonhomía, contracción al trabajo, ejerciendo control sobre hinchas –no barras bravas-, maestros manifestantes, pizzeros rebeldes que no quieren convidarles, quinieleros que se niegan a compartir ganancias, conductores sin el último recibo del seguro y todo otro tipo de peligrosa lacra urbana.

Es necesario terminar con el paco, la cerveza, la cumbia villera y la ropa trucha de La Salada. Es imperioso educar a esos jóvenes para que cambien sus gustos e inviertan en blanca de la buena, vinos de alta gama (voto por un Perdriel Centenario), algún concierto de música barroca y ropa de algún shopping (Etiqueta Negra no está mal), con lo que volverían a ser socialmente aceptables.

Estos cabezas son descendientes de los que hacían asado con el parquet. Genéticamente no pueden aprender y así nos va, porque este país es genial, lo malo es la gente… aunque las playas del Pacífico sur son mejores que Mar del Plata, es mejor esquiar en Aspen que Valle Nevado, más atractivo el Sahara que la Patagonia

Bueno, pero igual, sin gente este país sería mejor, entonces –debo retractarme, sin límitea- hay que seguir bajando la edad de imputabilidad no parar en los dos años, hay que llegar a los nonatos, anticonceptivos, control de natalidad, basta de pobres con mal gusto y poca educación.

Hay que terminar con los derechos humanos y los jueces garantistas. Ellos hablan así porque no lo sufrieron en carne propia. No pueden hablar, como tampoco ese pendejo cardiólogo que nunca tuvo alta presión no puede decirme que coma con menos sal, que deje de fumar, que adelgace, que camine, si él que sufre es mi corazón y no el de él.

Ya lo sabemos todos, los medios no mienten, estamos en el país más violento del mundo, muy lejos de paraísos de la seguridad como Estados Unidos, Rusia, Colombia, Medio Oriente. Los problemas argentinos terminaran cuando se termine con la puerta giratoria y no cuando se distribuya bien el ingreso, ¿qué es eso del 50 y 50?: un triste invento de Perón, un milico, y de Evita, una actriz.

Y tengamos en claro algo: los adultos no somos responsables de nada…