Es digna de admiración la falta de memoria. El tema es así: si el humano recordase todo constantemente no tendría posibilidad de asimilar cosas nuevas. En esto el cerebro humano se parece a su aparato digestivo. ¿Hace cagadas? Si, pero no me refería a eso, me refería a la posibilidad de descartar lo que ya no le sirve. Entonces, esa multitud que lloró ante ese dibujo genial en el field del Estadio Azteca en el partido contra Inglaterra, como lo hizo ante otras obras de arte del genio en las canchas, se transformó en una miriada de hipócritas que se horroriza porque este artista dice algunas cosas, tales como las que ellos repiten a diario. La diferencia entre el artista, el genio y el mediocre, el imbécil, es el uso del cerebro: aquel guarda y usa lo que aprende, el segundo no aprende más. Temo, porque esto le está pasando a un montón de compatriotas que, envidiosos del que saben más que ellos, claman por venganza: Renuncia! Despido! Sanción! Pero, más temo que muchos de mis colegas, amparándose en un estúpido sentimiento de casta piden lo mismo y no reconocen los propios errores, las propias bajezas, los propios renuncios, las propias estupideces. Obviamente, me siento más cerca de Diego que de ellos. Quiero más al artista, al genio que se la juega, que a un mediocre cobarde.
Maradona no es una persona cualquiera es un hombre pegado a una pelota de cuero. Tiene el don celestial de tratar muy bien al balón. Es un guerrero es un ángel y se le ven las alas heridas es la Biblia junto al calefón. Tiene un guante blanco calzado en el pié del lado del corazón. No me importa en que lío se meta, Maradona es mi amigo y es una gran persona (el diez). En el alma guardo la camiseta de Boca que me regaló alguna vez. Diego Armando estamos esperando que vuelvas, siempre te vamos a querer, por las alegrías que le das al pueblo y por tu arte también.
Les comunico que hoy he enviado el telegrama de renuncia al cargo que ocupaba en el Secretariado de la Asociación de Prensa de Buenos Aires. Era una decisión que debí haber tomado en abril pasado, cuando un comunicado apócrifo del sindicato, adverso al Proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, fue publicado en el diario Clarín -casualmente-, sin que esa hubiera sido la posición oficial de la APBA. La segunda aparición del sindicato fue esta semana, en el mismo diario, en igual línea que aquella de abril, otra vez sin que fuera -en la teoría- la posición oficial de APBA, pero esta vez reflejando una demostración callejera. La APBA está adherida a la FATPREN que respaldó el proyecto y quedar involucrada de manera confusa en estas situaciones afectan a la organización. Aunque, no sería leal desconocer que la ambigüedad de la posición del sindicato porteño sobre el proyecto, expresada ante el Congreso y en las posteriores comunicaciones dejan un amplio margen para cualquier tipo de interpretación y actitud. Es más, esa postura alienta una postergación del tratamiento del proyecto, que no significa una dilación en el tiempo, sino que implica de manera solapada el mantenimiento del status quo, es decir el apoyo liso y llano a la ley de facto de Radiodifusión y sus modificatorias que favorecieron a los monopolios y que perjudicaron a los trabajadores con la precarización laboral y la desaparición de más de 250 equipos de noticias en todo el país en menos de 15 años. Respeto la posición de todos y cada uno sobre esta norma -a la cual personalmente respaldo desde hace varios años- y sigo tragándome sapos en honor de la disciplina de las organizaciones, pero me molesta cuando se me involucra de manera inconsulta en hechos que no comparto yo o -por lo menos, en los papeles- esas propias organizaciones y cuando el debate se transforma en un sainete digno de Vaccarezza, aunque sea modernizado por el correo electrónico. En mi opinión -que no quiero que nadie comparta-, la picardía es graciosa en los niños, pero es traición entre los adultos. La pasividad es una cualidad entre los monjes budistas, pero puede confundirse con pelotudez en los latinos. Según mi documento, soy adulto y latino. Estos motivos son sólo algunos de los que me llevaron a enviar mi renuncia irrevocable al Secretariado de la APBA, si a alguien les ineteresaran, las otras circunstancias las puedo exponer personalmente.
Nota: La foto es sólo porque admiro a Bogart y me puede Casablanca.
Cuando uno dice que nada es casual, en el barrio lo miran como con lástima y como diciendo: "¡claro, gil!, ¿qué descubriste?". Esta es una pata de lo que tengo ganas de desparramar hoy, la otra es una teoría sobre el comportamiento social que dice más o menos así: las vocaciones se crean, no son intrínsecas al individuo. ¡impresionante!
El tema es que hace aproximadamente veinte años se puso de moda estudiar periodismo y, desde entonces, en cada cuadra había un pibe que se metía a tratar de terminar un curso o una carrera de comunicación. Es decir la vocación de un montón de gente (multipliquen por cuatro la cantidad de manzanas de cualquier barrio y se van a dar cuenta de lo que es un montón) apuntaba hacia ese lado, sin visión crítica.
Eso fue la descripción del tema, ahora viene la fundamentación de la teoría: esas vocaciones fueron fomentadas desde los propios medios, para conseguir mano de obra especializada. Es más, los propios grupos arman sus escuelas y universidades o se asocian con ellas, para garantizar profesionales a medida. Aunque, lo más importante no era eso y esto lo demuestran los programas y el nivel de los recién recibidos, pero eso es tema para otro debate. Lo más ansiado por las empresas era lograr una masa crítica de profesionales desocupados que presionaran a los que estaban en funciones, para abaratar sus costos salariales. De libro.
Entonces ocurrió que muchos de esos laburantes se debatían entre abandonar su profesión o ejercerla en los márgenes del sistema. A esto se sumó la demanda de canales de expresión para una gran parte de la sociedad sin voz en los medios "grandes".
Estos medios marginales fueron la base de la Coalición que dio origen a los 21 puntos que después se transformó en el proyecto de ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Entonces, se podría decir que la decisión de los grandes medios de conseguir mano de obra buena y barata, les terminó jugando en contra.
Quizá los senadores no se comporten a la altura de lo que les corresponde y terminen rechazando el proyecto, pero se logró sacar a luz un tema que -aunque la religión nunca dijo que hubiera que tapar- nunca se había hecho público.
Moraleja: no golpear demasiado a los chiquitos, porque cuando se juntan son -por lo menos- molestos. Es una cuestión de causa y efecto: todos reaccionan cuando los golpes son demasiados.
Una de las cosas más maravillosas que tiene el ser humano, que me causa ternura cuando la veo, es su infinita capacidad para hacer alarde de su ignorancia. Sé que no es nuevo ni original lo que estoy diciendo, pero en los últimos días el despliegue de esta virtud humana fue tal que realmente asombra. Ojo, esto ocurre no sólo por parte de los legos en ciertas materias específicas, que suelen hablar como se dice vulgarmente a boca de jarro, basándose en lo que escucharon en la televisión o, en el mejor de los casos, un programa de radio; sino también de los que se supone que deberían saber, porque hablan, generan opinión y debaten los temas en público. Decía que en los últimos días esta maravillosa característica de nuestro género se me hizo más evidente: es que todos, absolutamente todos, hablan del Proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual sin tener idea del tema. La ignorancia al respecto por parte de Juana de Flores o Alfonso de Belgrano, cuando dejan mensajes grabados en la radio me preocupa poco, aunque demuestra que cualquiera de nosotros al opinar sobre algo que desconocemos podemos destruir buenos trabajos o erigir monstruos. Se hace con la misma liviandad con la del algo habrá hecho. Sin embargo, me despiertan ternura por la forma en que desnudan su ignorancia en público, sin pudores y hasta con la elegancia típica de sus barrios. Pero, los que más ternura me generan son los que tienen casi la obligación de saber de qué carajo hablan y no se hacen cargo y salen por el mundo a exhibir su ignorancia con esa carita feliz. El debate de la nueva ley es maravilloso en este sentido: opinadores de toda calaña aparecieron en los medios y, sin ponerse colorados, dijeron miríadas de sandeces. Además, derrochando generosidad, llevaron esa adorable ignorancia al debate de las comisiones legislativas. Obviamente, ningún preconcepto sobre el tema, sólo los títulos de los medios como armas para el debate. Con otras palabras, Negroponte se quejaba de que el papel impreso detenía el avance tecnológico. Los argentinos debemos estar orgullosos de que fuimos muy pocos los retrógrados, conservadores, casi fascistas del progreso que leímos los más de 140 artículos comentados del proyecto y que, haciéndonos cargo de semejante despropósito, nos callamos, no opinamos. Si lo hiciéramos impediríamos que se genere esa ternura –que realmente es cariño- hacia los opinadores que salen a decir barbaridades dando la cara. Son adorables y generosos al no esconderse ni avergonzarse de sus limitaciones.
El derecho a la información significa el derecho a toda la información no al ocultamiento de una parte de la información y la manipulación de otra parte. Esta observación de Perogrullo -en realidad, de Cristina- marca el oficio del escriba. Cuando el Poder Ejecutivo envió al Legislativo el Proyecto de Ley de Regulación de los Servicios de Comunicación Audiovisual, reapareció a la luz el gremio de los periodistas para expresar una preocupación por la amenaza que supondrá esta norma. ¡Maravilloso! Tipos incapaces de ser solidarios hacia sus colegas que trabajan en condiciones deplorables, cobran miserias, son despedidos o son empleados por energúmenos incapaces de hacer la “O” con el culo de un vaso -pero saben cuantos “0” tienen que bajar del dinero para las nóminas, para ampliar sus ganancias-, ayer se atropellaron para viajar en el mismo bondi con los que la yugan a diario. Me siento en la gloria, gracias a esta iniciativa del Gobierno recuperé compañeros que hacía años pensé que se habían alejado de mi realidad, gracias a su mejor ubicación dentro de sus empresas. Y, desde ayer se ocupan de mí. Además –y esto es mejor-, los empresarios del sector me pusieron en un pie de igualdad con ellos, cuando tiemblan por el ataque podría suponer esta norma hacia los periodistas: laburo que me identifica desde hace más de 25 años. Ahora, totalmente identificado con mis nuevos compañeros de ruta que, como tales, es lógico que quieran compartir conmigo ganancias y poder, tengo que decir que –aunque ellos se opongan- quiero que se apruebe este proyecto en el Congreso. Porque quiero seguir perteneciendo a este grupo que tiene plata y poder que, seguramente, si esto sigue así, en algún momento ellos me darán. Si no es así, les voy a pedir que dejen de hablar por mí, que no se atribuyan el colectivo periodistas, que no se rasguen las vestiduras pensando en menores beneficios al final de los ejercicios, porque yo elegí el periodismo como forma en la que ganarme la vida, aunque a veces tenga que atajarle penales imposibles y no como medio para hacer negocios y ganar poder. Y por favor, basta de hablar de periodismo independiente que van a hacer temblar los restos de Mariano Moreno, Rodolfo Walsh y el mismo Bartolomé Mitre, que afrontaron sin vergüenzas que este laburo tenía que ver no sólo con informar sino también con formar opinión. Porque, el derecho a la información es de todos los ciudadanos y no sólo de los propietarios de los medios o –en el mejor de los casos- los periodistas, este proyecto es escaso, que deja afuera muchas cosas importantes –como la prensa escrita-, por lo que es necesaria una ley de medios que complemente a esta norma que se empieza a discutir y quizá una colegiación y un código de ética que abarque a todos los involucrados en este oficio.
La luz se comporta de forma curiosa. Es energía, y la energía es masa multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz, pero cuando cualquier masa alcanza la velocidad de la luz se convierte en energía, y para que algo tenga peso necesita tener masa; aunque la luz tiene un comportamiento muy complejo ya que a veces se comporta como una onda y otras veces se comporta como partículas –al ser atraída por los cuerpos al pasar cerca de ellos-, llamadas fotones que deberían tener un peso insignificante.
Sin embargo, no es tan insignificante para la opinión de muchos argentinos. Esto es muy fácil de comprobar, sólo con salir cualquier mañana, tarde o noche a la calle.
Entonces, van a aparecer los automovilistas convencidísimos de que la luz tiene un peso y que –contrariamente a lo que se ha planteado en el primer párrafo- no es para nada insignificante, sino por el contrario, más que considerable: enorme.
Por eso, ninguno coloca las luces de giro para anunciar alguna maniobra, como cambios de carril –ya se sabe que el espejo no debe ser mirado, porque puede causar distracción-, o doblar en una esquina o entrar a un garage. Es evidente que existiendo la posibilidad de que el tipo haga la maniobra, el resto de los conductores debe estar atento ante su futura decisión. El tema es que, si la luz tiene un peso importante podrá hacer volcar al vehículo hacia el lado por el que se encienda, con el peligro consiguiente.
Son pocos, además, los que circulan con las luces bajas encendidas. Esto es porque podrían hacer caer al automóvil de bruces al pavimento, ya que las luces delanteras son más potentes –por ende, más pesadas- que las traseras que no lograrán nivelar al coche, como deberían.
Eso sí, ninguno de ellos dudará en encender las luces altas para apurar a los de adelante cuando intuyen que el semáforo está por ponerse en verde, o en reclamarle paso en una calle o autopista. Es que, en ese momento, la luz recupera aquel peso insignificante o su cualidad de no pesar.
Es que, todos los automovilistas nacionales son expertos en física y saben que la luz se comporta de manera muy curiosa.
Mientras algunos periodistas deportivos conservan su laburo recurriendo a la estulticia de medir la cantidad de kilómetros recorridos por un jugador en un partido, haciendo caso omiso a su habilidad, como si se tratara de un maratonista y no de un futbolista cuya razón de ser es la habilidad, la picardía, otro es expulsado de su lugar al aire luego de opinar que, por una decisión comercial apoyada por una legislación -por lo menos- desacutualizada y errada, a los argentinos nos "secuestraron los goles".
No va a haber ninguna referencia a reacciones histéricas manifestadas cuando otra empresa no le renovó el contrato a algún médico vinculado con un ex rector universitario y a otro poderoso grupo económico.
Está llegando el final, gracias a Dios, de uno de los peores meses de los últimos años. Es que, si todavía los televisores fueran en blanco y negro mi función de televidente estaría en peligro, ya que no sé utilizar el control remoto para hacer otra cosa que buscar pantallas verdes: fútbol, rugby, polo, golf. Es la primer reacción que tengo cuando me pongo frente al aparato, sin importar día, ni horario. Pude superar el síndrome de abstinencia apelando al voley y la -sosa- Vuelta de Francia.
Por eso, no puedo seguir al margen de la injusticia de que me priven de escuchar al tipo me dice que tengo derecho a que los noticieros de la noche del domingo me muestren los goles de mi equipo -lo único importante que nos ocurre a los argentinos ese día- sin tener que esperar a verlo en un compilado relatado por un venerable señor mayor, que se limita a trasladar a palabras lo que acabo de ver, sin opinión y sin más información que la que da esa única fuente.
Otra, recurrir al cable y sentirse un ridículo viendo las tribunas mientras se juegan los partidos y se escucha a relatores y comentaristas que, buena parte del tiempo, relatan cuestiones comerciales o vinculadas con sus allegados o comentan asuntos pueriles y familiares.
La solución deseada por los dueños del futbol será comprar algún paquete de los sistemas de cable, nacido con el argumento de que televisación no afectara recaudaciones. Eso no explicó porqué codifican partidos que se juegan en otras ciudades, provincias y hasta países. La no deseada, seguir el partido por internet, lo que afectará el negocio que iniciaron cuando "secuestraron los goles".
Entonces, como árbitros bomberos, le sacaron la roja al tipo que los alertó sobre el riesgo que corren por hacer un fulbito chiquito, opaco, triste, de kilómetros recorridos sin un mísero centímetro de gambeta. Una porquería.
La oposición a Felipe Calderón en México -entre ella el PRI que acaba de derrotar al partido del presidente en las últimas elecciones- denunció, ha más de tres meses, que la gripe porcina era una estratagema del gobierno para afectar estos comicios, permitir el incremento de la deuda del país con sus acreedores estadounidenses y facilitar un mayor control de la situación interna por parte de Washington, aliado al oficialismo azteca. Todo demasiado complicado, demasiado conspirativo. El último fin de semana, los diarios argentinos difundieron entrevistas a un especialista mexicano en ese mal que estalló en Argentina con mayor virulencia de lo que lo hizo en México, su país de origen. El especialista en cuestión, Alejandro Macías, es un funcionario del Ministerio de Salud mexicano que responde a Calderón y, según la mirada conspirativa del PRI, a sus aliados estadounidenses. Macías explicó a los medios locales –La Nación, Perfil, Ámbito-, a qué había llegado a Buenos Aires. Vino a ver cómo se combatía el H1N1 en las pampas en pleno invierno para poder copiar el método cuando el frio llegue al “hemisferio norte”. Sin ambages, en ninguna entrevista circunscribió la experiencia a su país: México, sino que con generosidad le entregará lo aprendido a Europa, Canadá y Estados Unidos, país en cuyos laboratorios –según algunos paranoicos conspirativos- se habría creado la cepa. Hilando la confesión desinteresada de Macías, la permisividad de funcionarios locales hacia laboratorios internacionales, el tradicional desprecio de los gobiernos estadounidenses –sea cual fuera su color, pero en especial los demócratas- hacia las subespecies del patio trasero, ¿sería demasiado conspirativo sentirse un conejillo de Indias del Departamento de Salud o de Estado de la gran potencia del norte a través del desinteresado aporte de los ex aztecas? Digo, no sé…
Si bien sé poco del tema, es el que mejor conozco y… con eso torturo a mis coetáneos, no a todos, sino a los que tengo a mano. El periodismo es lo que elegí para joder al resto de la humanidad; cada uno hace lo que puede y Mengele eligió la medicina, lo que fue mucho peor.
En estos días me acordaba –gracias a los señores periodistas del DsD, (http://www.diariosobrediarios.com.ar/eldsd/diario/portada.htm) uno de los mejores sitios de internet- de lo que habían hecho los medios estadounidenses frente a la última campaña electoral: sincerarse en sus editoriales sobre quién sería el candidato al que apoyarían. En Europa eso va de suyo con cada medio, porque son la expresión abierta de las líneas ideológicas del país.
Acá es distinto: los medios jamás dirán que apoyan o rechazan a tal o cual candidato o sector y se venden como independientes de los vaivenes de la política, ojo no de la economía, que con la guita no se jode. Y, así, erigen un pilar desde el cual, asumen el papel de jueces supremos de la sociedad toda, porque todo queda incluido dentro de sus sentencias inapelables.
Las últimas décadas del siglo XX impusieron un discurso que vació de razón de ser al Estado y de contenidos a los partidos políticos, con lo cual el dinero se convirtió en la herramienta de poder y los rezagados –pobres, ancianos, jóvenes, niños y mujeres- quedaron aislados de cualquier toma de decisión.
En esa línea, los periodistas queremos ser como nuestros patrones: independientes, impolutos, incontaminados e incontaminables, pero lo que para ellos es una ventaja discursiva ante sus adversarios en la disputa por el poder, para nosotros es una verdadera exhibición de debilidad que nos convierte en unos verdaderos pelotudos, incapaces de tomar partido por algo o alguien.
Esto es así y seguirá siéndolo, porque alegamos que con esa posición garantizamos nuestra fuente de trabajo, aseguramos nuestras fuentes informativas, ratificamos nuestra independencia, quedamos fuera de las críticas pero lo que hacemos, fundamentalmente, es confirmar que somos unos pusilánimes.
Deberíamos disculparnos ante la sociedad que banca nuestra tibieza exasperante de la que vamos contagiándola por detentar el gatillo que dispara la palabra, favoreciendo a los sectores que tienen el poder otorgado por el dinero. Yo pido disculpas a mis colegas, por tomar una posición tan cabrona.
Casi 350 argentinos esperan, desde hace más de 54 años, Justicia. El 16 de junio de 1955 un grupo de individuos que detentaban uniformes de la Patria atacaron a inermes ciudadanos en el centro de la ciudad, con el argumento –no menos deleznable- de querer matar al Presidente.
La historia, oculta durante años, recuerda a los trabajadores y hasta niños en una excursión escolar alcanzados por la metralla infame de quienes escondieron su estupidez homicida tras el argumento de una pretendida oposición política.
Un año después, esa misma locura asesina –respaldada en el mismo argumento de la oposición política. fusilaría a un General de la Nación, a otros oficiales, suboficiales y civiles, en cuarteles, prisiones, comisarías y un basural.
Es difícil entender cuando los autores y cómplices de aquellas atrocidades y sus herederos reclaman diálogo de quienes fueron sus víctimas que, sin embargo, no lo niegan.
Sin ánimo de tirar más de la cuerda, vayan estas líneas como resumido homenaje.
El de la foto es el monumento a las víctimas de la locura homicida.
En las reuniones sociales, cualquiera corre el riesgo de terminar laburando en algo que no le gusta o no le interesa. Se repiten los casos de la señora que le pregunta por un dolor de espalda al médico, el que le consulta sobre un reclamo a un abogado, o sobre un patio a un albañil.
Siendo periodista, la cosa no es mejor, nunca le falta el que quiere que le cuente un chimento o le ratifique su propia opinión. No importa que el tipo sea periodista deportivo especializado en sumo, el preguntón querrá saber el chisme sobre una pelea entre dos vedettes de las cuales el escriba desconocía hasta la existencia.
Estos son molestos pero no peligrosos. Los peores son los que quieren que se les ratifique la propia opinión, a la que -por lo general- añaden fuentes improbables y datos inconsistentes: un amigo cercano al poder, el portero del edificio en el que vive la tía de alguien importante, la sensación de sus compañeros de papy futbol de los jueves o que la esposa del policía de la esquina haya comprado un kilo más de azucar.
Es más, ningún trabajador de prensa está a salvo de que uno de estos personajes le tire de golpe una opinión sobre el desempeño de algún colega, al que -de movida- el interrogador habrá de poner, invariablemente, los calificativos de bueno e independiente. Si hubiera una alarma para los posibles desastres de la humanidad, estos tipos harían que suene en un grado sólo superable por el apocalipsis.
Por lo general, estos preguntones consideran bueno porque es independiente al periodista que siguen en radio, televisión y, en mucho menor medida, diario, casi nunca revistas y -jamás- una agencia de noticias. Obviamente, quedan fuera de toda consideración productores, cronistas, redactores, prenseros y miles de otros profesionales que son inexistentes para la masa.
La medida de lo bueno no lo da el grado de investigación de un tema, lo bien que se escribe o la profundidad de un conocimiento, la claridad para exponerlo o el manejo de agenda -parámetros del gremio para juzgar a un colega- sino el opinar igual que su escucha, televidente o lector, con lo que, obviamente, será muy dificil que el consultado acierte con la respuesta.
La independencia sigue un camino similar, vinculado además con una “caradeortismo” hacia lo que -para el tipo- le suene a poder, aunque no lo sea. No habrá, entonces, forma de que el punto entienda que -salvo que el periodista analizado sea un esquizofrénico irremediable o un ciclotímico fronterizo- la independencia y el periodismo no tienen punto de contacto: todos tenemos amores, un equipo del que somos hinchas, una ideología, un gusto en comidas, un jefe que nos paga, un avisador que nos da de comer.
Ergo: si la condición sine que non para ser buen periodista es ser independiente, como el periodismo independiente es la mayor falacia, no pueden existir los buenos periodistas. Entonces, ser buen periodista es otra cosa que no está vinculada con lo que el tipo opina. En esta época en que los grandes difusores buscan el pensamiento uniforme y la opinión única, es bueno que sea así.
Puede parecer una anécdota. Es más, lo trataron como una anécdota. Pero no es una anécdota: es una triste demostración de cómo, a diario, se maneja la opinión pública. Desde Olé afanaron una foto de internet, driblaron los posibles créditos, le atribuyeron una crónica y la publicaron en la tapa del martes 12 de mayo. Hasta ahí, la anécdota encarada por el diario deportivo del grupo. Pero, la historia era que el trapo en el que la hinchada de River habría cuestionado a la dirigencia del club no había existido, sino que la había armado Mandrake_007 -un usuario del sitio Taringa- con el hoy famoso Photoshop. Nada hubiera pasado si esta última parte no hubiera trascendido: ese medio nos habría tomado por giles (Puh! ¡¿otra vez?!) y todo igual. Pero trascendió y 24 horas después del bochorno original, el medio incurre en otro peor: no reconocer el engaño a que sometió a sus lectores y tratar de justificarlo con argumentos casi infantiles. Y, más aún, difundieron nombre, apellido y edad del pibe que hizo el truco; algo que en otros países, donde la violencia en el fútbol es cotidiana -no como en el nuestro-, se podría calificar de criminal. Otro usuario de Taringa, hersounds, opinaba: “acá hay mucho valores que se pasaron por alto, ya no es solo fútbol, es tratar de voltear a quien no nos gusta o conviene, mediante el uso del 4to. poder, cómo vas a minimizar esto? te imaginás permitir que los medios inventen así, porque si, se derriban empresas, gobiernos, clubes de fútbol, gerenciamientos, por intereses de otros, estamos todos locos?... acá hubo mala leche de Olé para con River Plate, ya todos sabemos que andan mal, incluso los propios hinchas estan calientes, pero que un medio, el cual debe ser imparcial, meta leña al fuego y sugiera la cabeza de la cúpula directiva en base a una foto falsa, eso es incentivar la mala onda de los hinchas para producir el efecto que buscan”. Al referirse a los Versos Satánicos de Salman Rushdie, José Pablo Feinmann relataba el tramo de la Jahilia, en la que sugiere que -mediante engaños- Mahoma aceptó la validez de tres deidades paganas. Plantea el filósofo periférico que esta visión genera la duda de hasta qué punto, si Mahoma fue inducido una vez a mentir no lo habrá sido en otras y hasta en todas. Apelo al recurso del mismo autor de citar de (mala) memoria el pasaje. Si bien puedo no compartir la proposición del autor indio, hoy puedo hacer coro a Feinmann y preguntar hasta qué punto, si un medio del grupo nos mintió una vez, no lo habrá hecho en otras o si no lo estará haciendo en todas y, lo peor de la historia es que puedo interrogarme si esta no será la práctica habitual de todo el multimedio y de otros medios locales.
El ser humano es un ser absoluto. No puede ser parcializar, no puede ser casi un ser humano. Pero tampoco vale exagerar, porque cuando exagera, el ser humano llega a pensar que hasta sus creaciones son absolutas, y cualquier gilada pasa a tener una categoría que, no sólo no merece, sino que es ridícula. Así, internet, por ejemplo. Para el sector que la usa a diario se ha convertido en “el” lugar donde todo ocurre, porque ahí lee los diarios, manda correos de laburo o de güevadas, chatea con los amigos, deja sus fotos, sus ideas –porqué no?-, sus opiniones y, ahí está el quilombo. Entonces, empieza a creer que es verdad que la net es real y, por tanto, absoluta. El tipo saca información de la red, sin chequearla, la da por cierta; si hay un chorizo de opiniones en un foro, y casi todos coinciden, esa es la verdad revelada. El muñeco ya pifió dos veces: no todo lo publicado –en ningún lado, pero eso es tema de otra entrada- es real o verdadero, sin entrar en consideraciones filosóficas sobre poder y verdad o dominio y realidad, y “todas” las opiniones en la red no son más que las que puede haber en una cuadra de la ciudad de Buenos Aires, no más. No entremos a analizar las encuestas o consultas varias a los participantes de foros o lectores de una página, porque los resultados –obviamente- no resistirían ningún análisis, dado el sesgo que tendría impuesto por la inclinación del sitio: en un sitio de Racing, nadie va a decir que Independiente juega bien –yo tampoco lo voy a hacer- porque sería armar bardo al pedo y hasta suicida, si alguien lo identifica. Esto no sólo se cumple en el futbol, también va para gustos artísticos: no elogiar la cumbia donde se habla de música barroca; política: los K nunca van a salir bien parados de La Nación; transporte: nunca funcionará el tren en una página de camiones; economía: dejar a los neoliberales en su lugar y a los keynesianos en el suyo; o el espectáculo: jamás mezclar vedetes, modelos, bataclanas o actrices, a menos que ellas mismas lo hagan. Por la buena salud, el ser humano puede ser absoluto, pero internet es un pequeñísimo rejunte de tribus ya que, si bien se conecta a ella la mitad de la población, sólo hay tres millones de cuentas, la mayoría de los que entran son menores de edad en los cibers, para jugar o –muy de tarde en tarde- buscar algo para la escuela. Lo que habla a las claras que está aún muy lejos de aquella democracia cibernética que prometían: es tan sólo otro divertimento para la clase media, mucho menor que el teléfono y la televisión. Por lo tanto, a no agrandarse que no es –ni mucho menos- absoluta.
Algunas explicaciones pueden no satisfacer a todos, pero hay que aceptar que existen. Es que, a partir de aceptar infinidad de puntos de vista, para todo hecho puede haber infinidad de explicaciones para cada hecho. El triunfo de un modelo globalizado mundial al hacer desaparecer la bipolaridad de las relaciones dominantes –aunque no la disputa norte-sur-, paradójicamente, generó la aparición de miriadas de posibles lecturas de la realidad, más allá de que indefectiblemente siempre terminen absorbidas y derrotadas por el unicato de la lectura hegemónica.
Es así que para la inseguridad, los medios de comunicación, la política, la economía, el dengue y la gripe porcina hay muchas formas de leerlas, pero finalmente va a ganar la del poder, obvio. Para la inseguridad tendremos jueces garantistas y pendejos maleducados; para los medios, censura oficial; para la política, desquiciados apocalípticos; para la economía, crisis por pésimas administraciones; el dengue, la mugre, y la gripe porcina, la falta de previsión.
Todos estos temas tienen un denominador común que es ocupar en los medios el lugar desde el que se infunde temor, pero además es el lugar del otro. Por eso no resulta extraño que un intendente, para terminar con la delincuencia construya un muro o que los adultos intenten que se encarcelen a los chicos; o que nunca se hable de supuestas libertades de expresión y no de empresas mediáticas; ni que se sinceren los proyectos políticos; o que ni se mencione la distribución del ingreso para resolver las cíclicas crisis, o para terminar con las enfermedades que siempre llegan desde otros países y que se tapan con barbijos.
La solución para los males cotidianos y el remedio para las enfermedades de la miseria es encerrarse o, mejor dicho, encerrar al otro. Quienes tienen el poder lo hacen de dos formas: en cárceles, manicomios, hospitales, institutos para menores, es decir por la vía coercitiva, o instándolos a sentir temor al mundo lo que los obliga a encerrarse en sus hogares: vuelve a triunfar el terror victoriano en la frase de cabecera que durante años aplicó un canal de la televisión porteña: “en casa”.
Con todos encerrados, todos aislados, todos ocultos a la sociedad, se pierde el espacio público, principal razón de ser de la democracia. Muerta el ágora, donde puede discutirse la cosa común, sólo resta inyectar en cada ex ciudadano la idea deseada por el poder: el vector son –obviamente- los medios que cumplen, entonces, las dos funciones atemorizar y relegar –encerrándolo- al pobre tipo y llenarle la cabeza de ideas convenciéndolo de que le son propias e inteligentes.
Llegamos –por fin- al individuo, así individual, no social, al sujeto, literalmente sujetado a un modelo que le impusieron y que aceptó de manera acrítica. Ese individuo sujeto temeroso no puede ser solidario, sólo se mira el ombligo, se aísla en la TV o en Internet, discrimina, es oportunista, ventajero y, adocenado por ese sistema que le resulta cómodo, tampoco puede rebelarse. Una maravilla de tipo torneado por la revolución mediática.
Estamos a punto de entrar en otra dimensión social: los argentinos vamos a superar esa incertidumbre diaria, ese temor que nos asalta día a día antes de salir a la calle. Era simple y se está por realizar: van a bajar la edad de imputabilidad penal para que los delincuentes juveniles no amenacen más nuestra existencia.
Pero eso –que de suyo es bueno- no es sólo alentador de por sí, sino que establece un antecedente que generará un círculo virtuoso que implica la posibilidad de reformar la ley dentro de un año y volver a bajar la ley, si esos monstruos adolescentes persistieran en su determinación y volver a hacerlo después, y después, y después. El único límite serían los dos años de edad, dado que a los delincuentes de un año y medio no se les entiende bien cuando espetan las amenazas y, además, no son muy duchos con las armas, lo que los hace menos peligrosos.
Aplaudo la valentía de la diputada Velarde de proponer ya bajar la edad hasta los 12 años, acelerando ese proceso. Porque me sublevan los energúmenos de esa edad que ponen en jaque a las fuerzas del orden que día a día muestran paciencia, bonhomía, contracción al trabajo, ejerciendo control sobre hinchas –no barras bravas-, maestros manifestantes, pizzeros rebeldes que no quieren convidarles, quinieleros que se niegan a compartir ganancias, conductores sin el último recibo del seguro y todo otro tipo de peligrosa lacra urbana.
Es necesario terminar con el paco, la cerveza, la cumbia villera y la ropa trucha de La Salada. Es imperioso educar a esos jóvenes para que cambien sus gustos e inviertan en blanca de la buena, vinos de alta gama (voto por un Perdriel Centenario), algún concierto de música barroca y ropa de algún shopping (Etiqueta Negra no está mal), con lo que volverían a ser socialmente aceptables.
Estos cabezas son descendientes de los que hacían asado con el parquet. Genéticamente no pueden aprender y así nos va, porque este país es genial, lo malo es la gente… aunque las playas del Pacífico sur son mejores que Mar del Plata, es mejor esquiar en Aspen que Valle Nevado, más atractivo el Sahara que la Patagonia…
Bueno, pero igual, sin gente este país sería mejor, entonces –debo retractarme, sin límitea- hay que seguir bajando la edad de imputabilidad no parar en los dos años, hay que llegar a los nonatos, anticonceptivos, control de natalidad, basta de pobres con mal gusto y poca educación.
Hay que terminar con los derechos humanos y los jueces garantistas. Ellos hablan así porque no lo sufrieron en carne propia. No pueden hablar, como tampoco ese pendejo cardiólogo que nunca tuvo alta presión no puede decirme que coma con menos sal, que deje de fumar, que adelgace, que camine, si él que sufre es mi corazón y no el de él.
Ya lo sabemos todos, los medios no mienten, estamos en el país más violento del mundo, muy lejos de paraísos de la seguridad como Estados Unidos, Rusia, Colombia, Medio Oriente. Los problemas argentinos terminaran cuando se termine con la puerta giratoria y no cuando se distribuya bien el ingreso, ¿qué es eso del 50 y 50?: un triste invento de Perón, un milico, y de Evita, una actriz.
Y tengamos en claro algo: los adultos no somos responsables de nada…
Ya empezaron a aparecer los candidatos y en cualquier momento se larga la campaña electoral. Es maravilloso, por todos lados van a salir los “punteros” a seducir a los votantes para arriarlos a su redil. Obviamente, cada uno hace ese trabajo con su método de acuerdo con lo que él mismo es o con lo que su interlocutor quiere que lo represente. El trabajo del “puntero” no es muy complicado: es asumir que, en toda sociedad con formas democráticas, todo ciudadano es un agente político; luego, esperar que el dirigente, el político, cree una corriente de opinión y después repetirla para juntar a la masa. El primer paso del trabajo implicaría que el político lance su sentencia: “no podemos echar por borda el trabajo de tantos años”, dirá el oficialista; “hay que sacar a estos corruptos del Gobierno”, será el enunciado opositor. Cada uno se valdrá de las herramientas que tenga a mano: la movilización, los discursos, la publicidad, las declaraciones, los medios. Se podría advertir que aquel primer instrumento, característico de los movimientos populares que mostraban así su poderío en la plaza pública, ha caído en desgracia; obviamente, el segundo -por estar vinculado con los actos públicos- se fue desdibujando. Quedan así tres recursos a mano del dirigente: la publicidad, las declaraciones y los medios. La primera de estas tiene que ver con la inversión, con el dinero que está dispuesto a pagar la organización en mostrar a sus candidatos; la segunda es la que hace el político no bien tiene un micrófono al frente; la última estapa es mezclarse con el medio, aliarse con él, confundirse en una simbiosis virtuosa. Si el trabajo anterior estuviera bien hecho, los futuros votantes estarán convencidos y convertidos en masa dócil hacia quien logró seducirlos y crítica del resto. Sólo le queda el reparto de ventajas: trabajo del “puntero”. Retomando: cada uno lo hará de acuerdo con su perfil y las aspiraciones de sus interlocutores. Unos “punteros” repartirán empanadas, cerveza y enseres domésticos, con lo cual conquistarán a los sectores de menores recursos y más fácil de ser convencidos con baja inversión. Pero cuando el destinatario tiene satisfechas esas necesidades y los obsequios deberían ser demasiado honerosos, entonces será más accesible y barato convencerlos con silogismos. Ese público dice aborrecer de personalismos y consignas, lo que no ha sido óbice para que caiga en cuanto quaternio terminorum se le ponga delante, siempre y cuando el “puntero” amerite su atención: empresarios, profesionales, religiosos, actores, deportistas -no futbolistas, ni boxeadores- reemplazan el chori, la birra y la chapa por crisis, inseguridad o cualquier otro mal. No es tanto qué dice, sino quién lo dice. Los asados que más me gustan los hace mi mujer, no tomo cerveza, todavía me sobran chapas y no encuentro dirigente que merezca que le corra detrás; no desconozco que la crisis es de la economía occidental, la inseguridad es intrínseca en este tipo de sociedad y me pudren las proposiciones unívocas de gente bien vestida. Ruego a los “punteros” que traten de seducirme con otras cosas: si fueran materiales, hagan una inversión importante, y si fueran intelectuales, traten de que sean inteligentes y divertidas. Pónganse las pilas, vienen las elecciones y el mío es un voto más.
“Las leyes son importantes seguramente, la reforma es importante seguramente, pero también es importante que las leyes den poder al Estado para intervenir e interactuar con las poderosas corporaciones de medios”
Rick Rockwell
Profesor Asociado de la American University
Los nuevos escenarios de la comunicación audiovisual
y el fortalecimiento de la democracia
Buenos Aires, octubre de 2008
El proceso por el cual la burguesía ha llegado a ser en el siglo XVIII la clase políticamente dominante se ha puesto a cubierto tras la instalación de un marco jurídico explícito, codificado, formalmente igualitario y a través de la organización de un régimen de tipo parlamentarioy representativo. Pero el desarrollo y la generalización de los dispositivos disciplinarios han constituido la otra vertiente, oscura, de estos procesos”.
Michel Foucault
Vigilar y Castigar
París, 1975
“Nadie pone en duda que la comunicación, la expresión y la radiodifusión son derechos humanos. No pueden ser consideradas simplemente como actividades comerciales. Es imperiosa la sanción de una ley que contemple la diversidad y la pluralidad de voces”.
Los 100 Periodistas
Buenos Aires, Abril de 2009
“El Proyecto (de reforma de la vetusta ley de Radiodifusión) sigue un proceso verdaderamente democrático, con una construcción de abajo hacia arriba y viceversa. Así se fue gestando en la Coalición por una Radiodifusión Democrática con participación de más de cien organizaciones sindicales, académicas, sociales y comunicacionales; el Poder Ejecutivo lo hizo suyo y lo bajó nuevamente para que se siga debatiendo en los foros donde cada ciudadano interesado puede aportar libremente sobre el tema”.
Federación Argentina de Trabajadores de Prensa
San Juan, Marzo de 2009
“Proponemos además modificar las estructuras, principios y objetivos de los medios del Estado, para que abran instancias participativas que, con una conducción democrática y representativa aseguren pluralismo y diversidad en sus contenidos”.
Presidencia de la Nación
Introducción a
Propuesta de Proyecto de Ley
Servicios de Comunicación Audiovisual
La Plata, Marzo 2009
Odio comenzar a escribir cualquier cosa -una nota, un cuento, una carta o lo que putas fuera- con una cita. Peor es hacerlo con varias. Pero quise evitar choques personales.
Hoy, 17 de abril, en la página 15 (impar) de Clarín apareció lo que se suponía no debía haber pasado de ser una propuesta para el debate interno de APBA. Pero alguien lo envió al matutino que, sin hesitar, lo publicó. El beneficio de la duda me lleva a evitar referirme a esa circunstancia. Pero quiero aclarar algunos puntos.
Se habla de la Propuesta de Proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, a la que se califica de “insuficiente y autoritaria”. Aunque pareciera que lo de insuficiente apunta hacia la falta de precisiones sobre la evolución tecnológica y a la necesidad innegable de una ley de acceso a la información –parcial ya que el decreto actual sólo involucra al Poder Ejecutivo Nacional-, no tranquiliza a los que, como yo, reclamamos una ley de medios más amplia y que tenga en cuenta a los trabajadores de prensa, de la cultura, del espectáculo.
Maravilloso resulta leer que “Las consultas se hicieron con “los amigos del gobierno”, a las escondidas, y en asambleas universitarias promocionadas como foros federales de discusión”, ya que la campaña se inició hace más de cuatro años y se fortaleció en mayo de 2004, con la creación de la Coalición por una Radiodifusión Democrática integrada por más de 100 organizaciones de académicos –es cierto-, estudiantes, trabajadores, religiosas, políticas, sociales y de comunicación, que redactaron los 21 Puntos en que se basó la propuesta.
Esa movida incluyó carpas en Plaza de Mayo y mesas en esquinas de varias ciudades y pueblos del interior. Participé de alguna de esas actividades como miembro de Los 100 Periodistas e integrante de un sindicato de base de FATPREN –la APBA- organizaciones que acompañaron este proceso.
Pero además están esos foros –mencionados en el texto publicado hoy- que no sólo son para amigos del gobierno, ni son escondidos, ni meras asambleas universitarias.
Así se están realizando algunas como: el 30 de marzo en el Teatro Guido Miranda de Resistencia; el 1 DE ABRIL Centro de Convenciones de Posadas; 3 DE ABRIL, Jornada de debate Hall Central de Canal 7; 6 DE ABRIL, Centro Cultural “La vieja usina” (Gregoria Matorras 861)- Paraná. Entre Ríos; 8 DE ABRIL, Universidad Nacional de Córdoba; 14 DE ABRIL,Centro Cultural América, Mitre 23- Salta Capital; 15 DE ABRIL, Confederación General del Trabajo – Buenos Aires; 16 DE ABRIL, Teatro Argentino, sala Astor Piazzolla – La Plata;17 DE ABRIL, Universidad Nacional de Mar del Plata – Universidad Nacional del Centro; 20 DE ABRIL, Universidad Nacional de Rosario; 21 DE ABRIL, Universidad Nacional de Cuyo; 22 DE ABRIL, San Juan; 23 DE ABRIL, Universidad Nacional de la Pampa; 25 DE ABRIL, Carta Abierta (en el auditorio de la Facultad de Derecho)/ Feria del Libro, y 27 DE ABRIL, Neuquén Universidad Nacional del Comahue. Por más peronista que se sea se puede ir a alguna de estas reuniones, porque no todas son en universidades.
No vale la pena referirse a ninguna comparación entre una propuesta para un proyecto de ley (tres pasos antes de una posible sanción) con un decreto emanado de un régimen de facto, sin debates sociales, ni legislativos previos.
Para no seguir demasiado. Decir que el mensaje de la norma es: “al que no esté conmigo no le damos publicidad, no le renovamos la licencia, ni le permitimos expandirse comercial o empresarialmente”, es no tener en cuenta que una ley no es para dos años y que la democracia prevé la rotación de administraciones. Salvo que el autor de la frase da por descontada la eternización de las actuales autoridades, lo que lleva a pensar que es un ferviente partidario del gobierno o un enceguecido opositor resignado a ser un derrotado vitalicio.
Sin embargo, no me corresponde opinar mucho más sobre esa aseveración, pertinente para un dueño de medio grande o responsable de una cámara empresaria preocupados por la publicidad prebendaria de poderes ejecutivos nacional o provinciales y sólo soy un trabajador de prensa obligado a escribir y a reclamar por mis intereses y los de mis compañeros en cuanto al cumplimiento del estatuto y de las paritarias y no a buscar avisos.
Como muchas otras cosas, esto fue sólo una mentira más…